31/10/2022

Nuestro lugar en Europa

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Polonia es un país de Europa ubicado en la parte oriental del continente. Hubo un tiempo en que Polonia no estuvo presente en el escenario político porque a finales del siglo XVIII dejó de existir como Estado. Sin embargo, los polacos sintieron que su patria no podía ser dada por muerta mientras ellos vivieran. Durante los siglos XIX y XX lucharían y morirían en insurrecciones armadas para darle nueva vida. Gracias a esto, Polonia no quedó solo como nación en la geografía; durante el cautiverio se formó como realidad espiritual. De estos procesos, del cautiverio y de la lucha por subsistir, nació en 1918 la Polonia independiente. En 1939 siguió luchando por su presencia y su lugar en Europa contra dos invasiones simultáneas: la alemana y la soviética. En el siguiente medio siglo hizo frente a todos los intentos de borrar su identidad física y espiritual. Renacida una vez más en 1989, hoy está buscando su espacio en la región y en Europa. La configuración de sus fronteras actuales y su pertenencia a la civilización europea son resultado de un esfuerzo permanente y una constante persistencia.

Su larga historia ha transcurrido durante más de un milenio, y esto ha tenido consecuencias. En todo este tiempo las generaciones han crecido y se han mantenido polacas, aunque haya cambiado el sentido de este término. También ha cambiado el lugar en que vivían. Las fronteras del país se han modificado en forma dramática y considerable. La extensión territorial del concepto Polonia siempre fue determinada con precisión, pero su espacio físico cambió en diferentes épocas. Las fronteras del país y el lugar de la patria no siempre correspondieron al mismo territorio. Los polacos ampliaban sus posesiones o se retiraban ante los extranjeros, se arraigaban en las tierras patrias o eran despojados de ellas por la fuerza. La nación ha crecido con la conciencia de lo sagrado del territorio. Los polacos sobrevivieron a los desastres de los tres últimos siglos gracias al convencimiento de que resucitaría su patria y a su deseo de que existiera como una comunidad soberana en Europa.

A pesar de tantos cambios territoriales, los polacos crearon muy pronto el sentimiento de vínculos nacionales, relacionado con la voluntad común de hacer cosas grandes. No hay que menosprecias la influencia de los cambios de fronteras y de la permanencia de la identificación nacional para el seguimiento de una identidad polaca contemporánea.

La identificación de los polacos también está relacionada con el papel de su país en la civilización europea. Polonia se ha configurado como un Estado y una cultura casi simultáneamente a la civilización europea. Desde el principio ha ocupado una posición determinada. El lugar y el papel de Polonia cambiaron durante siglos, y esto constituye una parte importante de su historia. Se puede observar cómo el crecimiento de Polonia, sus formas de gobierno y su cultura han influido a Europa en esta parte del continente. También hay que considerar hasta dónde el papel y el lugar de Polonia dependieron del desarrollo de la civilización europea.

Polonia, en sus formas estatales cambiantes, ha demostrado una constancia intelectual importante y real en su proyecto de vida. Su entrada al mundo del cristianismo llama la atención por ser muy temprana y eficiente, ya que desde el principio y durante mucho tiempo fue definida no solo por sus progresos en la fe, sino también por su vecindad con otras religiones y confesiones. En la parte oriental y norte se convivió durante un largo periodo de tiempo con diferentes costumbres paganas. En el siglo XVIII, periodo decisivo de la reconstrucción del país unificado, los polacos se enfrentaron a la invasión de los mongoles paganos. Desde el principio también se convivió con el cristianismo oriental. La Rutenia kieviana no fue un mundo aparte. En la gran Rzeczpospolita, creada por Polonia y Lituania, también la Iglesia ortodoxa encontró su lugar. Durante varios siglos Polonia tuvo que enfrentarse al agresivo mundo islámico-turco y a los tártaros, sin que esto obstaculizara la integración de los musulmanes polacos. También los judíos estuvieron presentes en Polonia desde los tiempos remotos; probablemente los primeros fueron los jásaros conversos al judaísmo. Desde el siglo XIII la población judía de Polonia recibió la protección de los reyes y los privilegios necesarios para su autogobierno y libertad de religión. Polonia fue una patria para los armenios y los coraítas traídos de Crimea, para los católicos de Escocia y los anabaptistas de Holanda. Todos los que tenían que abandonar su patria por razones religiosas encontraban allí su hogar. La libertad fue la característica principal del proyecto polaco de Europa. El arraigo a la libertad fue el fundamento del régimen y ha dado origen a la célebre tolerancia polaca. El abuso de la libertad, inoportuno y más bien falso, causó en el siglo XVIII la pérdida de la independencia. Sin embargo, Polonia no merece el mote de “país de la anarquía inmanejable”, tan explotado por sus enemigos.

Hasta la mitad el siglo XX, Polonia no tuvo uniformidad étnica, cultural ni religiosa. Sus raíces cristianas garantizaban la fortaleza de la estructura central, pero sus fronteras eran inestables. Los principios del país se desarrollaron en las tierras cercanas al río Warta, y en su expansión cruzaron el Vístula y el Oder, llegando hasta los Cárpatos y el Báltico. En esta angostura del bajío centroeuropeo podemos situar la cuna del país. Después, los polacos crearon su Estado en el eje entre el Báltico y el Mar Negro. Polonia se formó de sur a norte en el siglo XV, y entre los países occidentales fue el que llegó más al oriente. Junto con toda Europa entró en la era moderna de la expansión, extendiéndose por el oriente hasta Smolensko y Dziekie Pola (tierras salvajes), detrás del Dniéper. Después de haber sido uno de los países más grandes de Europa en el siglo XVI, pasó en el XVIII por satélite inerte de Rusia. Al ceder ante la expansión moscovita, la república polaca fue botín de los países vecinos que con sus tierras formaron su propia fortaleza.

Los repartos de Polonia fueron un inesperado desastre que ha dejado marcadas a varias generaciones. Por esta razón los polacos tienden a ver su historia como un proceso que los ha llevado a la catástrofe de la división. La comprensible búsqueda de las causas del desastre ha originado un penoso complejo. Más bien, tenemos que hablar de toda una serie de complejos, dos de los cuales fueron duraderos y especialmente nocivos. Los polcaos creyeron que su proyecto de desarrollo, no congruente con los modelos dominantes en la modernidad, los condenó al “puesto secundario”, al retraso y a la marginación. También se han convencido de que la historia del país ha sido predeterminada por la vecindad de dos gigantes de los tiempos modernos: Alemania y Rusia. Por lo tanto, sus caídas y sus derrotas son efecto de los errores cometidos en el pasado, y la triste actualidad debe ser aceptado como determinación histórica. El orgulloso pueblo, arraigado a su tradición, dolorosamente ha vivido su “leyenda negra”.

En Europa, Polonia fue un territorio de expansión, emprendida sobre todo por el elemento germánico. Contra éste ha creado un Estado de clara identidad europea y capaz de llevar su propia expansión hacia el sureste. En la era moderna se le vio como “un escudo” para proteger a la Europa cristiana de la invasión turca. Los polacos percibían su propia desgracia ancestral como un peligro para Europa. Nunca lograron convencerse de que los repartos de Polonia confirmaron un orden político de Europa central, garantizando el crecimiento del continente hasta la guerra de 1914. En la época de máximo florecimiento de Europa, los polacos se sintieron marginados y reducidos a un grupo étnico. Durante este tiempo intentaron apoyar las revoluciones contra el poder de los déspotas. El nacionalismo revolucionario y romántico fue efecto del rechazo a su falta de soberanía y a su lugar “secundario”.

Adán Mickiewicz, el más grande poeta polaco, expresó este sentimiento de ira que empujaba a los polacos a defender a los pueblos sometidos y las causas perdidas. En el exilio, en 1832, escribió:

Concédenos la guerra general para la libertad de los pueblo; Te rogamos, Señor. Armas y nuestras águilas nacionales; Te rogamos, señor. Una muerte feliz en el campo de batalla; Te rogamos, señor. Una tumba en nuestra patria para nuestros huesos; Te rogamos, señor. La independencia, la integridad y la libertad de nuestra patria; Te rogamos, señor.

Polonia logró asegurar su lugar en Europa gracias a la plasticidad con que se adaptó a las corrientes occidentales y a su resistencia a las soluciones impuestas. Entre los ríos Oder, Warta, Vístula y Bug se estaba construyendo la civilización europea gracias a una forma autónoma de aprovechar los valores adquiridos con el cristianismo. La originalidad de las soluciones polacas se fortaleció por sus fuertes y duraderos vínculos con el Oriente musulmán y el Este ortodoxo. Sin embargo, Polonia desarrolló su propia forma de catolicismo romano. Tuvo una organización política democrática muy temprana y audaz. La Rzeczpospolita polaco-lituana fue la más lograda forma de república en la era moderna, y a la vez la más próxima a la tradición antigua. De la síntesis de elementos diferentes surgió una cultura genuina con el nombre de “sarmatismo”. A pesar de todo esto, Polonia no se salvó de la decadencia ni de la catástrofe.

El más brillante historiados polaco del siglo XIX, Joaquín Lelewel, subrayó en 1820 el paralelismo entre Polonia y España. Advirtió la semejanza en su desarrollo y en su caída, en la originalidad de sus soluciones libertadoras al crear la nación durante la caída del Imperio. Esta comparación histórica influyó en varios filósofos y artistas durante los dos siglos siguientes, y aunque solo sea por esta razón, es digna de recordarse. También fue un intento de oponerse a considerar los territorios fronterizos como periferias.

La imposición del gobierno totalitario y dependiente a finales de la segunda Guerra Mundial supuso una catástrofe para Polonia y fortaleció la ambigüedad de su actitud hacia Europa. Se mezclaron los complejos de inferioridad y mesianismo, el sentido de rechazo y la fidelidad a la civilización. Después de la guerra, los polacos aprendieron a vivir con un gobierno impuesto y a soñar en un futuro mejor. Su distancia de Europa iba creciendo. En Polonia esto se percibía como una amenaza a su identidad nacional. Todas estas experiencias se juntaron en el fenómeno de Solidaridad, en los años 1980-1981. La recuperación de la soberanía polaca en 1989 abrió nuevos camios para rescatar los vínculos con Europa. Su incorporación en 1999 a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la perspectiva de pertenecer a la Unión Europea son los símbolos polacos del intento de restauración de la parte oriental del continente europeo. Éste fue el papel histórico de Polonia, y lo queremos legar a la generación de polacos nacidos en la libertad.

Escribí esta historia de mi país convencido de que es necesario un acercamiento al mundo hispánico. Polonia no fue ni es semejante a España ni a América Latina. Estuvo y sigue abierta a este mundo diferente, observándolo con simpatía y con bastante conocimiento. Mi fallecido amigo Tadeo Lepkowski, gran especialista en América Latina e investigador de historia polaca, escribió hace varios años:

El eje de la Historia de México está formado por el largo proceso de crear la mexicanidad, de llegar a ella por caminos sinuosos y complicados, casi imperceptibles. La mexicanidad es una cultura, unas costumbres, un sincretismo, es moldear el pueblo a su país, crear la unión y la nación, un proceso muy diferente al de Europa y una gradual mexicanización del Estado, luego un modo de vivir y de filosofar. Observar el nacimiento, el desarrollo, la transformación y la maduración de la mexicanidad significa el reconocimiento y la fusión de varias historias parciales que transcurrieron en México y que finalmente dieron paso a la historia de México [Historia de México, Ossolineum, Wroclaw, 1986, p.15].

Hay que subrayar que este libro fue dos veces más voluminoso que el mío y que la edición de 30.000 ejemplares se agotó. Lepkowski siempre pensó en la necesidad de escribir un libro de historia de Polonia en español. Esta obra la dedico a su memoria.

Fuente: “Historia de Polonia”, de Jan Kieniewicz

Biblioteka Polska Im. Ignacego Domeyki

Transcripción: Honorio Szelagowski

Director de Prensa CiPol

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