26/11/2022

Los primeros Piast

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En el siglo IX tiene lugar al sur de los Cárpatos un rápido desarrollo de las organizaciones estatales de los pueblos eslavos. Surge el estado moravo, que no tarda en avasallar a los pequeños principados de Bohemia y Panonia. La influencia del Ducado de Moravia se extendió allende los Cárpatos al sur de Polonia y aceleró la formación de las organizaciones estatales de los vistulanos que habitaban el Alto Vístula. Los polanos, que ocupaban lo que sería posteriormente la Polonia Mayor, dieron comienzo a la primera dinastía reinante de Polonia, la de los Piast.

La unificación de todos los pueblos eslavos de Polonia en un solo estado fue llevada a cabo por los polanos en el siglo X. En este siglo se formaron también los estados vecinos de Polonia: Bohemia, Hungría y Rutenia.

El primer gobernante histórico de Polonia fue Mieszko I. La tradición cortesana guardó los nombres de sus tres antepasados inmediatos: Siemowit, Lestko y Siemomysł. Bajo el poder de Mieszko I se hallaban en el año 960 los principados de Polonia Mayor, Kuiavia, Łęczyca y Sieradz. Es muy probable que avasallara también Mazovia. Su influencia se extendía hasta la desembocadura del Vístula y tenía también la intención de dominar la Pomerania Occidental.

En 965 Mieszko se alió con Bohemia y tomó por esposa a la princesa bohemia Dobrava. Esta unión le permitió abrazar el cristianismo en el año 966. La adopción del cristianismo era una importante decisión política, ya que afianzaba la posición de Polonia en Europa y hacía más fácil la erección del poder estatal. Como gobernante cristiano, le era más fácil a Mieszko entablar contactos políticos y desarrollar la organización de su reino. El afianzamiento del poder estatal tenía lugar paralelamente al desarrollo de la organización eclesiástica. En el campo internacional, la conversión al cristianismo proporcionó argumentos ideológicos para la lucha contra los pueblos paganos de Pomerania.

En el curso de las luchas en Pomerania Occidental se llegó al primer enfrentamiento con el Imperio Germánico. En 976 Mieszko I rechazó una expedición del emperador Otón II, pero tuvo que acceder a pagar tributo por las tierras que acababa de conquistar. Alrededor de 990 rompió alianza con Bohemia y unió a su estado las tierras de Silesia y de Cracovia, que durante cierto tiempo habían dependido de los gobernantes bohemios. Durante su largo reinado Mieszko I logró afianzar su autoridad sobre las tierras comprendidas entre el Odra, el Bug, los Cárpatos y el Báltico. Los factores que propiciaron la solidez de esta unión fueron la semejanza de la cultura y la lengua de las distintas tribus así como la falta de obstáculos naturales entre ellas. Ya a fines del siglo X y a comienzos del XI el nombre de Polonia aparece por primera vez en las obras de escritores extranjeros que tuvieron noticia del estado de los Piast.

El hijo mayor de Mieszko, Boleslao el Bravo, continuó la política de expansión de su padre. Le ayudó a San Adalberto, obispo de Praga, en su misión a las tierras de los borusios, empresa que terminó con el martirio del obispo. San Adalberto estaba vinculado a la jerarquía eclesiástica y a los gobernantes del Imperio Germánico, siendo un personaje muy popular. Sus restos hallaron sepultura en Gniezno y poco más tarde, en el año 1000, el joven emperador Otón III acudió en solemne peregrinación a la tumba de su amigo Adalberto.

En esta ocasión tuvo lugar un encuentro del emperador con Boleslao el Bravo, durante el cual se anunció la creación del arzobispado de Gniezno y varios obispados dependientes de él, gracias a lo cual el joven estado polaco recibió una jerarquía eclesiástica debidamente organizada. Ya anteriormente Mieszko I había sometido su país a la autoridad del Papa, queriendo de este modo encontrar un apoyo contra las pretensiones del Imperio Germánico. En el año 1000 se dieron por un corto tiempo circunstancias que favorecieron una actitud propicia hacia Polonia por parte de los máximos jerarcas de la Europa medieval, el Papa y el emperador germánico. Boleslao apoyó el programa universalista de Otón III. Sin embargo, la prematura muerte del emperador llevó a un cambio radical en las relaciones.

En el curso de las luchas por la sucesión del Imperio entre los distintos principados alemanes, Boleslao el Bravo ocupó Lusacia y Bohemia (1003) y sus ejércitos entraron en Baviera en apoyo del margrave Ekkehard, el menos poderoso de los candidatos al trono. Esta acción dio comienzo a una larga guerra entre Polonia y el Imperio Germánico que se prolongó desde 1003 hasta 1018, durante la cual se puso de manifiesto el talento militar de Boleslao. Aunque no logró conservar en su poder Bohemia, fue desde entonces el príncipe eslavo más poderoso. Después de firmar la paz con el Imperio Germánico en Bautzen en 1018, emprendió de inmediato una expedición a Rutenia y entronizó en Kiev a un pariente suyo, el príncipe Swietopełk.

Durante los últimos años del reinado de Boleslao el Bravo, el joven estado polaco se consolidó y extendió sus influencias. En 1025, poco antes de morir, Boleslao recibió del Papa la ansiada corona real, con lo cual quedaba definitivamente reconocido el estado polaco entre los demás reinos de Europa.

La adopción del cristianismo abrió las puertas de Polonia a la herencia cultural de la Antigüedad y a la cultura medieval europea. Se introdujo la escritura, que en un principio se limitó sólo a los círculos eclesiásticos y se entablaron muchos contactos con los centros culturales europeos. Acudieron a Polonia artesanos extranjeros que erigieron las primeras catedrales y residencias reales en Gniezno, Poznań, Cracovia y otros sitios. Fue también un extranjero, San Bruno, obispo de Querfurt, quien elaboró un memorial en el que justificaba la política de Boleslao el Bravo durante sus luchas contra el Imperio. De este modo se recurrió también al argumento escrito en las luchas políticas.

A comienzos del siglo XI surgieron las primeras ciudades polacas. El desarrollo incipiente de la urbanización aceleró la diferenciación económica y social de Polonia, que en la época de los primeros Piast se convirtió en una monarquía oligárquica gobernada por el rey y un escaso grupo de aristócratas, cada uno de los cuales poseía una corte y un ejército propio. Sin embargo, los latifundios se encontraban aún poco desarrollados y los notables de la corte obtenían la mayor parte de sus ingresos de las instituciones estatales que administraban.

En el siglo XI el país unido por los primeros Piast sufría marcadas tendencias separatistas. La población no siempre estaba dispuesta a aceptar sumisamente a los dignatarios que les imponía el rey. Era también adversa al clero cristiano que pretendía erradicar sus seculares costumbres. Los sitios de culto paganos eran destruidos y en los mayores de ellos se trataba de erigir catedrales cristianas. La Iglesia se esforzó también por conferir un carácter cristiano a muchas fiestas y ritos tradicionales de la antigüedad pagana. Este proceso de cristianización de las costumbres avanzaba lentamente e iba a durar aún varios siglos.

El radicalismo y la intolerancia de los misioneros llevaron a la aparición de movimientos anticristianos en el tercer decenio del siglo XI. Los deseos de secesión se dejaron sentir particularmente en Mazovia. La inesperada invasión de Bretislao de Bohemia en 1038 desoló las principales ciudades de la Polonia Mayor. Silesia quedó por un tiempo en manos de los bohemios. La pérdida de Pomerania separó al resto de Polonia del Báltico. En esta situación los gobernantes trasladaron su sede a Cracovia y emprendieron desde allí la tarea de reconstruir el estado, dado que Cracovia estaba mejor vinculada a los centros políticos del este y del oeste de Europa.

Los reinados de Casimiro el Renovador y de su hijo Boleslao el Audaz (1058 – 1079) se distinguieron por la reorganización de la monarquía. A la luz de la doctrina política de entonces, el gobernante era señor absoluto del país y sus habitantes, que por entonces sumaban alrededor de un millón. Toda la población quedó sujeta a los gobernadores reales y debía pagar un tributo en especies, además de cumplir otros servicios para la casa real. Los gobernantes se reservaron para sí el derecho a la caza mayor así como a la pesca en los principales ríos y lagos. Durante el conflicto entre el emperador Enrique IV y el Papa Gregorio VII, Boleslao el Audaz se declaró del lado del Papa y en el año 1076 se coronó en presencia de los legados papales en la catedral de Gniezno. A pesar de su victoriosa expedición a Kiev y de sus innegables éxitos en la consolidación interna del país, Boleslao el Audaz tuvo que enfrentar una abierta rebelión de los aristócratas, desconfiados de su creciente poder. La ejecución del obispo Estanislao de Cracovia en 1079 agravó la situación y el rey debió buscar refugio en Hungría. Durante el reinado de su hermano menor Ladislao Herman creció la influencia de los magnates en la corte real, aunque volvió luego a ser limitada por el hijo de Ladislao Herman, Boleslao Bocatorcida (1106 – 1138). Después de expulsar de Polonia a su hermano mayor Zbigniew, Boleslao III concentró todo el poder en sus manos. Rechazó una invasión del emperador germánico Enrique V, aseguró la frontera meridional de Polonia contra las pretensiones bohemias e inició una rápida reconquista de Pomerania, que se había separado de Polonia en la confusión que siguió a la muerte de Boleslao el Bravo. La victoria de Nakło (1113) le permitió ocupar la región de Gdańsk. En 1122 Boleslao Bocatorcida sometió también al duque de Pomerania Occidental.

Sus éxitos en la política exterior, le permitieron a Boleslao emprender la reorganización de las relaciones dentro del país. Ante la creciente influencia de la aristocracia, trató de ganar el apoyo de la jerarquía eclesiástica, queriendo convertirla en un partido favorable a su política.

Fuente: “Panorama histórica de Polonia”,

Biblioteka Polska Im. Ignacego Domeyki

Transcripción: Honorio Szelagowski

Director de Prensa CiPol