01/12/2022

El desmembramiento del reino

Artículos

Antes de su muerte en 1138, Boleslao Bocatorcida trató de prevenir las luchas intestinas acaudilladas por sus hijos, apoyados por distintos grupos señoriales. Con este objeto, instituyó el principio del mayorazgo en la sucesión del trono, mientras los hijos menores recibieron en feudo distintos ducados de Polonia. Al hijo mayor le correspondía la supremacía y las decisiones en materia de política exterior y en cuestiones eclesiásticas, recibiendo además, aparte de su ducado hereditario, las tierras que comprendían Cracovia y Gniezno – los centros más importantes del país – así como el ducado de Pomerania. A fin de reducir al mínimo el peligro de una eventual injerencia del emperador germánico, la corte se apuró en hacer aprobar este estatuto por la curia romana. Lamentablemente, no haría falta mucho tiempo para demostrar lo efímero de las decisiones de Bocatorcida.

Durante las luchas de los hijos de Boleslao por el poder se fueron afianzando las diferencias y surgieron así con el tiempo ducados independientes que poseían sus propias cortes y jerarquías. Después de expulsar al primer príncipe reinante Ladislao el Desterrado, en 1146, asumió el mayorazgo Boleslao el Crespo, que resistió con éxito varias intervenciones germánicas pero no logró rechazar la expedición de Federico Barbarroja en 1157. Aunque se vio obligado a reconocerse tributario del emperador, logró salvar por el momento la unidad del estado. Más tarde, sobre todo después de la muerte del Crespo en 1173, las tendencias separatistas se fueron haciendo cada vez más fuertes y condujeron a afirmar las divisiones tan propias de la época en los países de Europa Central y Oriental. El autoritario gobierno de Mieszko el Viejo, muerto en 1202, no logró evitar el paulatino deterioro de la autoridad del príncipe reinante. El desmembramiento del reino en ducados autónomos les dio un mayor acceso al gobierno a los señores locales.

En el siglo XII se observa en Polonia un gran desarrollo de las artes y una macada transformación de las costumbres. Ya en la segunda mitad del siglo XI se hicieron visibles en la corte real las influencias de la cultura caballeresca, que no tardaron en extenderse a todo el estado señorial. Se difundió la costumbre de armar caballeros y los señores feudales se complacían en bautizar a sus hijos con nombres antiguos tomados de las leyendas más conocidas, como lo demuestra el considerable número de personajes con nombres como Héctor, Ayax y otros. El espíritu de novela caballeresca emana también de las páginas de la primera crónica polaca, escrita a comienzos del siglo XII por un monje extranjero anónimo llamado posteriormente el Galo. Esta crónica expresa las opiniones de la corte real del tiempo en que fue escrita, justificando los derechos de Boleslao Bocatorcida. Constituye por lo tanto un documento no sólo histórico sino también, y quizá sobre todo, político.

A fines del siglo XI y durante el reinado de Bocatorcida la corte del monarca era un importante centro cultural que traía al país a muchos extranjeros doctos, sobre todo clérigos, que luego difundían informaciones sobre Polonia en sus respectivos países. En la corte del rey de Sicilia Roger II el geógrafo árabe el-Idrisi describía a Polonia a mediados del siglo XII como un país de sabios rumíes venidos de diferentes países.

El desmembramiento restringió el papel de los medios cortesanos en el desarrollo de la cultura. Se observa, en cambio, la creciente influencia intelectual de los medios eclesiásticos, sobre todo los vinculados a las catedrales de Cracovia, Płock y Wrocław. Mucha importancia tuvo la actividad de los obispos valones Alejandro y Gualterio, originarios de la ciudad de Malonne. Llegaban también a Polonia muchos artistas extranjeros que dejaron sus obras en las catedrales y conventos de estilo románico. Las esculturas monumentales románicas conservadas en la abadía benedictina de Olbin y en el convento de Czerwińsk permiten precisar que en ambos casos se trataba de maestros venidos de Italia. Surgen también templos de estilo románico en muchas ciudades menores y aún en las residencias de los señores más poderosos, como en Skalbmierz, Prandocin y Jędrzejów, acusando en muchos casos un alto nivel artístico. La influencia del arte románico se va extendiendo a todo el país, y en todas las ciudades prospera la artesanía.

En el siglo XIII se profundiza aún más la división del reino. Los ducados hereditarios de los distintos duques de la familia Piast sufrían ulteriores divisiones o bien se unían entre sí. La casa de los Piast se dividió en varias líneas que gobernaban en Polonia Menor, Polonia Mayor, la Alta y la Baja Silesa así como los ducado de Kuiavia y Łęczyca. La Pomerania Occidental se dividió en varios ducados menores gobernados por los descendientes del príncipe Warcisław. En la Pomerania Oriental el príncipe Sobiesław I dio origen a una dinastía que también dividió sus tierras en ducados menores.

En 1177 la revuelta de Casimiro el Justo pone en entredicho el principio del mayorazgo. En la primera mitad del siglo XIII el duque de Cracovia Leszek el Blanco, hijo de Casimiro el Justo, realiza con cierto éxito la política de reunificación iniciada por su padre, pero muere asesinado durante la reunión de los duques polacos es Gasawa, Polonia Mayor, en 1227. Su muerte abre un nuevo período de disensiones y luchas por asegurarse el dominio de Cracovia, en las cuales participa durante casi 20 años Conrado de Mazovia, hermano menor de Leszek. El mayor éxito político en la lucha por el poder le corresponde al duque de Silesia Enrique el Barbudo (1201 – 1238), nieto de Ladislao el Desterrado, quien por medio de sucesiones y ofertas de protección de adueña de la mayor parte de Silesia, el sur de la Polonia Menor y Cracovia, siendo en el momento de su muerte el representante más poderoso de la dinastía. Enrique el Barbudo también se proponía como meta final reunificar el reino y quería asegurarle la corona a su hijo Enrique el Piadoso, el cual heredó de su padre en 1238 el dominio de Cracovia y Silesia. La invasión tártara que tuvo lugar poco tiempo después echó por tierra estos planes.

En los primeros decenios del siglo XIII el imperio mongol se apoderó de una parte considerable de Asia, pero a la muerte de Gengis Kan se dividió en varios estados menores. Sin embargo, los mongoles prosiguieron sus invasiones y conquistas. Después de apoderarse de Kiev y de avasallar a Rutenia, en 1241 emprendieron una invasión contra la Europa católica. Se dividieron en dos grupos, uno de los cuales cruzó los Cárpatos y derrotó a los húngaros en el río Sajo; el otro grupo asoló la Polonia Menor y Silesia. En la batalla de Legnica pereció la flor y la nata de los caballeros, junto con el duque Boleslao el Piadoso. La ligera caballería de los mongoles dispersaba con facilidad a los caballeros cristianos cubiertos de pesadas armaduras. Empleaban también el fuego artificial para espantar a los caballos del enemigo. Sobre Europa se cernió un grave peligro. Los europeos se imaginaban a los invencibles mongoles como diablos salidos del infierno, de allí el apodo de tártaros que recibieron entonces y que más tarde pasó a ser el nombre de una de sus ramas.

En Europa se inició una afiebrada campaña diplomática a fin de unir a la cristiandad contra la amenaza. Los preparativos más intensos tenían lugar en los ducados del sur de Polonia, que lindaban con las tierras rutenas. En 1259 tuvo lugar una segunda invasión tártara, en la que participaron también los rutenos, que arrasó el sur de Polonia. El recuerdo de las invasiones tártaras del siglo XIII habría de permanecer vivo por muchos siglos en la tradición polaca.

A mediados del siglo XII se impuso al resto de los Piast el duque Boleslao el Púdico, señor de Cracovia y Sandomierz, casado con la reina húngara Kinga. Sin embargo, no emprendió ninguna acción tendiente a reunificar Polonia, debiendo reprimir en varias ocasiones a sus barones rebelados. Muy importante para la posterior reunificación de Polonia fue la cononización del obispo de Cracovia Estanislao, que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIII, período en el cual se afianzaron las tendencias unificadoras. El sucesor de Boleslao el Púdico, Leszek el Negro, fue un príncipe enérgico y autoritario que se propuso reducir el creciente poder de los barones feudales, para lo cual buscó el apoyo de los burgueses de Cracovia.

A pesar de la falta de un poder central en el siglo XIII en los períodos de peligro se manifestaba frecuentemente la solidaridad de los distintos duques. En la primera mitad del siglo XIII se hicieron más frecuentes las asoladoras correrías de las tribus bálticas, contra la cuales había que tomar las armas. Continuaron también las pruebas de convertir a los borusios, aunque sin mayor resultado. Uno de los más destacados príncipes polacos, el duque Conrado de Mazovia, trajo a Polonia en 1226 a los cruzados de la Orden Teutónica, a fin de defender su ducado contra las invasiones borusias.

En el siglo XII las cruzadas unificaron a muchos reinos de Europa Occidental. Participaban en ellas caballeros de todos los países y grandes masas de pueblo. La participación de los caballeros polacos en las cruzadas era sólo esporádica, ya que Polonia, situada en el confín de la Europa cristiana, tenía por vecinos a pueblos paganos, entre los cuales se encontraban los borusios. Al poco tiempo los cruzados asentados en la tierra de Chełmno como vasallos del duque de Mazovia, iniciaron la sistemática conquista de Prusia, recurriendo para ello a la ayuda de caballeros de Europa Occidental. En 1283 terminaron de dominar a los borusios. Sin embargo, en lugar de constituir una fuerza defensora de las fronteras de Polonia, la Orden Teutónica estableció su propio estado, se emancipó de los duques polacos y ya a fines del siglo constituía un serio peligro para el país dividido en pequeños ducados.

Si bien el siglo XIII conoció un declive de la influencia política de Polonia, las transformaciones entonces operadas contribuyeron a consolidar al país económicamente y hacerlo avanzar culturalmente, lo cual se expresó ante todo en los medios cortesanos y caballerescos.

Fuente: “Panorama histórico de Polonia”,

Biblioteka Polska Im. Ignacego Domeyki

Transcripción: Honorio Szelagowski

Director de Prensa CiPol