29/06/2022

Viaje a los esteros del Iberá

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Escipión es un amigo que conocí en la oficina donde trabajaba. Él siempre me proponía que yo eligiese un destino para ir de vacaciones con nuestras esposas. En una ocasión se me ocurrió conocer los esteros del Iberá en la provincia de Corrientes. Era el año 2008. Me ocupé de hacer la reserva para alojarnos y conseguí un guía. En el mes de agosto partimos, esta vez con el vehículo de Escipión. Nosotros vivíamos en City Bell, por lo tanto, fuimos con nuestro vehículo a la casa de Escipión en la Capital Federal, dejamos nuestro auto en su cochera y arrancamos el viaje con la camioneta Ford Escort de Escipión. Recorrimos los 680 km hasta llegar a Mercedes, que es la ciudad más próxima a los esteros. Llegamos de noche. Allí buscamos el alojamiento reservado con anticipación. Era una casa antigua y su dueña nos condujo hasta las habitaciones. En el trayecto nuestras esposas hicieron un comentario sobre que estaba un poco oscuro. Este comentario lo escuchó la dueña de casa y no le cayó bien, de manera que nos propuso que buscáramos otro lugar que ella igual nos iba a guardar su casa.

Iniciamos un recorrido por diversos hoteles de la ciudad y estaba todo ocupado. Volvimos al lugar de la reserva inicial y nos informaron que la dueña no estaba y no se sabía cuándo volvía. Claramente no quiso alquilarnos esas dos habitaciones de su casa. Era de noche y ¿qué hacemos? Recordé que habíamos pasado por un hotel al que por su aspecto no nos tentó a entrar. Decidimos averiguar. Llamamos y la persona que nos atendió dijo que estaba completo. Cuando nos íbamos y al recibir nuestra explicación sobre que no encontrábamos lugar se le ocurrió una idea. Había fallecido su abuela hace poco y podía prestarnos esa casa para alojarnos. Nos guió en una moto y llegamos a la susodicha casa. Era una casa antigua que mostraba todavía el esplendor que tuvo en sus mejores épocas. Ingresamos a un salón que abarcaba casi todo el ancho del terreno. Tenía los adornos de la época que se traían de Europa. El piso era de mosaicos tipo árabe y todavía lucia hermoso. Luego pasamos a un amplio patio con un corredor muy amplio alrededor de dicho patio. Gran cantidad de plantas adornaban las galerías. El hotelero nos llevó a las piezas. La pieza que nos tocó a mi señora y a mí era el dormitorio de la abuela. Todo estaba como que la abuela seguía viviendo en ella. En el baño estaba el cepillo de los dientes. Estaban todos los elementos.

No teníamos otra opción, así que nos quedamos. Noemí, la esposa de Escipión fue a buscar cloro para desinfectar el baño. Comimos algo que traíamos y nos fuimos a dormir.

A la mañana escuchamos golpes en la puerta de la cocina. Noemí fue a ver de qué se trataba y resultó que en otra habitación habitaba una señora mayor y no podía entrar a la cocina a prepararse el desayuno.

Luego de prepararnos nuestro desayuno nos encontramos con el guía que contraté con anticipación. Los cinco nos acomodamos en la camioneta y partimos hacia nuestro destino final. Desde Mercedes hasta Colonia Pellegrini por la ruta provincial Nª 40 que es un camino de tierra son 120 km. Antes de llegar a la Colonia Pellegrini el guía nos sugirió visitar la estancia del señor Douglas Tompkins. Este era un empresario textil norteamericano que compró tierras en la zona y las donó para formar el parque Nacional Iberá. Como él y su señora eran ambientalistas retornaron fauna autóctona que ya había desaparecido. El casco principal es una construcción típica de la zona, pero dotada de un confort inmejorable. Tenía un garrafón muy grande de gas rodeado de plantas para que no sea visible. Con el mismo alimentaba un sistema de losa radiante. El lugar tiene habitaciones para alojar turistas con todas las comodidades. También tiene un hangar con un avión. Distintos tipos de animales circulan por la zona como, por ejemplo, los carpinchos. Tomamos un café y seguimos viaje.

En la entrada al puente que cruza la laguna Iberá para llegar a la Colonia hay un puesto de prefectura y una oficina de turismo. También hay unos senderos pequeños con carteles indicadores de las distintas especies vegetales de la zona.

Llegamos finalmente a la Colonia Pellegrini y nos dirigimos a un hospedaje donde nos esperaban con un asado de alta escuela. Este asado estaba hecho con leña de madera dura de tal forma que la carne se cocinaba y se ahumaba al mismo tiempo. Estuvo riquísimo.

Después de la sobremesa con los dueños del lugar, nos dirigimos al muelle donde nos subimos a una lancha que poseía un motor extremadamente silencioso. En este caso nos acompañó un nuevo guía. El clima estaba nublado y algo fresco. Nos dirigimos primero al puesto de prefectura para registrar la entrada a los esteros y luego nos internamos a ese mar de vegetación. El guía nos iba contando y describiendo los distintos animales que veíamos, luego apagó el motor y con una varilla larga empujaba la embarcación contra el fondo hasta que llegamos a un lugar donde se veían unas piedras negras sobre el agua. Esas piedras tenían ojos: eran los yacarés. Recorrimos despacio el lugar viendo los yacarés adentro del agua y fuera del agua. Luego seguimos la marcha viendo gran cantidad de animales salvajes, especialmente muchas aves.

Ya cuando bajaba el sol, volvimos al hospedaje, nos despedimos de los dueños del lugar y volvimos a Mercedes a nuestra señorial mansión.

El día siguiente era 17 de octubre, fecha del fallecimiento del padre de la patria, don José de San Martin. Participamos del desfile como corresponde. El hotelero nos avisó que en la ciudad se hacia el tradicional locro (un tipo de guiso a base de maíz blanco y carne). Amablemente me llevó en su moto hasta el lugar. En grandes ollas estaba hirviendo el locro. Yo había llevado una cacerola y compré varias porciones. Cuando traje este locro y las señoras lo vieron decidieron no comer. Estaba hecho al mejor estilo campero con mucha grasa. Escipión y yo lo probamos y estaba muy rico.

Luego seguimos recorriendo la provincia de Corrientes.

Autor: Alejandro Galinski

Secretario del Círculo Cultural Polonés ‘San Juan Pablo II’

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