07/10/2023

Polonia, cuna de héroes

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En los albores de la década del ’60 del siglo pasado, como adolescente y estudiante de los primeros años del colegio secundario, solía ver en los paredones de la localidad de Bernal (Pdo. de Quilmes) una inscripción muy rústica de color negro, hecha con pintura asfáltica, que rezaba: ”Polonia, cuna de héroes”, junto a la figura de un águila, también de un diseño muy rudimentario. Difícil de descifrar para alguien que no supiera que el escudo nacional polaco es un águila blanca coronada. En esos años, aún no se habían puesto de moda los actuales graffittis, que suelen tener un diseño más elaborado, hechos generalmente con pintura en aerosol y de variados colores. Y que suelen expresar un cierto arte urbano.

En mi condición de hijo de un soldado polaco, que había luchado en la Segunda Guerra Mundial, la inscripción me llenaba de curiosidad y decidí averiguar quién era su autor que competía con las inscripciones de los partidos políticos que, en aquella época, eran en su gran mayoría peronistas o radicales (gobernaba Arturo Frondizi). Era usual ver la inscripción  “Framini-Anglada” o “Framini-Anglada, Perón a la rosada” quien, finalmente, ganó la elección a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, pero que no asumió por presión de los militares.

Le pedí a un amigo de aquellos años, Alejandro Armani, que vivía, precisamente, en Bernal y con quien participaba en los cursos de  “La Acción Católica”, en la iglesia  de la “Inmaculada Concepción de Quilmes”,  que averiguara de quién se trataba. Asimismo, le pedí al padre Szczepan Walkowski, sacerdote polaco (capellán de los pilotos polacos que lucharon en Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial) que en aquellos años atendía a los inmigrantes polacos de Berazategui y Quilmes, que en su mayoría eran ex soldados, alguna referencia sobre el particular. No tardó en llegarme la información; según el sacerdote, era un peón de albañil, de nombre Casimiro Kochanowski, que a la sazón trabajaba en una obra en construcción en la calle Zapiola y la Av. Dardo Rocha de Bernal.

Le pasé la información a Alejandro, quien logró ubicarlo una mañana en la dirección que le había suministrado (la obra era una pequeña futura fábrica cuyo propietario era polaco. Era muy común la solidaridad entre connacionales que solían ayudarse por el sólo hecho de serlo).

Efectivamente, hablaron Casimiro en un castellano muy rudimentario, mezclado con palabras del italiano y omitiendo las preposiciones (lenguaje que Alejandro imitaba con mucha gracia y que me hacía reír), pero no logró mayor información, circunstancia que Alejandro atribuía a las dificultades de la comunicación.

Decidí ir a verlo una mañana, con la misma finalidad y lo encontré trabajando. Hablamos en polaco y le conté que tenía una sana curiosidad por conocer su historia. Le caí bien y me dijo que volviera a las doce del mediodía ya que hacían una pausa para comer (era el clásico asado de obra de aquellos años) y que podríamos conversar por el espacio de una hora.

Volví puntualmente a las doce y nos sentamos a conversar en polaco, previo hubo un convite de un sándwich de carne y un vaso de vino tinto.

Me contó que era un ex soldado polaco, que en setiembre de 1939 había caído prisionero de los rusos junto con su hermano mayor, cuando invadieron Polonia, y que como jóvenes habían sido incorporado a filas en un regimiento llamado “Fusileros de los Cárpatos”, que procedían de una familia muy humilde de campesinos y que la pertenencia al ejército significaba para ellos un notable ascenso social por el prestigio y el honor que significaba pertenecer al ejército polaco por aquellos años.

Contó que fueron enviados a Siberia, en unos vagones de hacienda en un larguísimo viaje de varias semanas como prisioneros de guerra, y sometidos luego a trabajos forzados que consistían en la tala de pinos y que la comida era una sopa mugrosa con algunas rebanadas de pan negro, y todo en proporción a la cantidad de madera elaborada.

Que habían podido sobrevivir gracias a unas sopas que preparaban todas las noches con su hermano, y cuyo ingrediente principal eran unos huesos de pollo que servían para varias cocciones.

Que fueron liberados como consecuencia del pacto de Yalta ( 4-5-1945 Franklin D. Roosvelt, Iósif Stalin, y Winston Churchill) e incorporados al segundo cuerpo del ejército polaco, formado al efecto, al mando del general Wladislaw Albert Anders bajo éjida del ejército inglés.

Que había participado en la batalla de Monte Cassino en mayo de 1944 y que en el cuarto ataque al monasterio tuvo un rol importante dado que logró acercarse a los bunkers construidos por el ejército alemán, al pie del monasterio, y disparar a corta distancia contra las troneras de la fortificación.

Que participó del asalto final y de la colocación de la bandera polaca sobre las ruinas del monasterio, que participó de la toma de prisioneros.

Que vio con sus propios ojos el resultado de su lucha, los soldados alemanes muertos dentro del bunker con sus cascos perforados por las balas polacas, que posteriormente participó de la liberación de la ciudad italiana de Ancona, que se había enterado por un camarada de armas que le habían puesto el nombre de “Fusileros de los Cárpatos” a una importante avenida de la ciudad de Ancona.

Finalmente, la entrevista llegó a su culminación y Casimiro tuvo que volver a su trabajo. Quedamos en volver a vernos a la brevedad. Dos semanas más tarde pasé por la obra, mas no lo encontré. Me informaron que había dejado de trabajar allí.

Al tiempo, consulté al padre Walkowski sobre el paradero de Casimiro y me informó que había viajado a Polonia, que se había realizado una colecta entre la feligresía polaca para comprarle el pasaje y que finalmente pudo viajar. Curioso destino de este héroe anónimo. Generalmente los héroes clásicos terminan muriendo en el exilio. Este por lo visto decidió morir en la cuna que lo vio nacer.

Jacek Piechocki

Abogado