Medievo
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En la época llamada de la “división regional” (1138 – 1320), el Estado fue propiedad de los príncipes. Por ello fue subdividido y heredado según las normas de la época. Cuando se violaban las reglas de la supremacía señorial en esas regiones, se imponía el poder de las dinastías locales, a pesar de lo cual se mantenía el sentido de la unión, como lo ejemplifica la rivalidad por el trono de Cracovia. Ésta era la capital del señor y se sintió el símbolo de la unidad estatal. Conforme disminuía el poder de los príncipes, crecía la influencia de los caballeros-nobles sobre la herencia del trono. Los poderosos decidían sobre el poder, y esto produjo cada vez más marcados intentos de unificación. Con más fuerza aún insistían en la unificación los obispos, quienes preocupados por la reducción de la provincia eclesiástica polaca deseaban un reino que pudiera proteger los amplios privilegios de la Iglesia.
Las divisiones regionales de los siglos XII y XIII no cambiaron la estructura territorial de Polonia. Todavía la integraban las tierras de Wielkopolska con Poznań y Gniezno, Silesia con Wrocław, Małopolska con Cracovia y Sandomierz, Pomerania y Mazovia. El proceso de división no fue igual en todas las regiones. Se marcó con mayor fuerza en Kujawy, Mazovia y Silesia. Sin embargo Mazovia logró unificarse y mantener su independencia hasta el siglo XVI. Silesia, fuertemente fraccionada en el siglo XIII, cayó bajo la influencia checa. Conforme avanzaba la colonización alemana, Silesia perdía sus vínculos con el Estado polaco en su proceso de restauración. La Pomerania occidental, bajo las dinastías locales, estaba fuera del alcance de los príncipes polacos y bajo la influencia de Brandenburgo. Éste, a su vez, entraba como cuña entre territorios de Wielkopolska y Pomerania.
Cambios importantes tuvieron lugar en el siglo XIII, entre ellos la maduración de nuevas formas de vida social. Se les puede definir como abandono de la ley ducal y aceptación de las normas de propiedad feudal. Como en toda Europa, esto se relacionó con el aumento del rendimiento de la producción agrícola, el desarrollo de centros urbanos y el incremento de la circulación de la moneda.
En el primer reino los agricultores libres no dependían personalmente del príncipe; eran sus subordinados a causa del carácter patrimonial del Estado. El otorgamiento de los derechos de tierras a la Iglesia y a los caballeros creó nuevas circunstancias. Los antiguos caseríos de siervos quedaron en manos privadas y con ello desaparecieron las viejas divisiones entre los siervos, los sirvientes y la gente libre. En el siglo XIII la posición social aún no era determinada por el título indispensable para disfrutar de la tierra.
Tanto los caballeros como la Iglesia intentaban obtener inmunidad económica y jurídica. El primer paso, en 1180, fue el abandono por los príncipes de la ius spolli, el derecho de expropiar los bienes de obispos después de su muerte. Al principio del siglo XIII los bienes de los obispos fueron definitivamente excluidos de los poderes económicos del príncipe. Se creó un modelo de fuerza económica independiente del poder político, lo que obviamente iba en contra de las libertades tradicionales de los campesinos. La generalización del instituto de dominio superior a la tierra propició el cambio de la situación de los campesinos libres, convirtiéndolos en súbditos. El resultado de esto fue que los impuestos, que antes llegaban al tesoro ducal, ahora fortalecían a los nuevos propietarios. Se fue desarrollando el estrato social de los señores feudales, pertenecientes al clero o no; cada vez lograban más privilegios jurídicos y su posición influía en la elección del rey. Cuando este proceso abarcó mayor parte de las tierras de Polonia, cambió su actitud hacia los problemas del Estado. Los propietarios vieron los beneficios que les traía el poder.
La desaparición de las libertades tradicionales de las comunidades rurales confluyó en el tiempo con el fortalecimiento de la acción colonizadora. Emigrantes de los países europeos más desarrollados llegaban buscando tierras y libertad, ya que a la vez que se iban determinando las relaciones de la servidumbre se desarrollaban nuevas normas legales. Los propietarios de la tierra, para aumentar sus ingresos, instalaban a los emigrantes ofreciéndoles privilegios. El establecimiento de pueblos con la costumbre de los “invitados libres” o similares influía indudablemente en la modernización de la agricultura y el aumento del rendimiento. Sin embargo, la colonización tuvo su máxima expresión en las agrupaciones urbanas, dando a las ciudades las nuevas leyes según los modelos establecidos en Occidente. Durante los siglos XIII y XIV fueron instaladas en las tierras polacas más de 500 ciudades, creando con esto una nueva estructura legal, económica y social. Este proceso también fortaleció el elemento alemán en las ciudades.
Después de llevar al máximo la regionalización y la rivalización de los príncipes, se exteriorizaron las realidades propicias para unir las tierras y centralizar el poder. A finales del siglo XIII se localizaron estos intentos en diversos centros. Finalmente el ganador fue el príncipe de Kujawy, Ladislao, apodado Lokietek por su baja estatura*. Ladislao fue coronado en 1320, en Cracovia.
El nuevo Estado polaco se limitaba a las tierras de Małopolska y Wielkopolska; nada tenía que ver con las grandes dimensiones de la época del rey Boleslao el Bravo. Se crearon ahora nuevas circunstancias que demandaban el modo y el proceso de la unificación. En el sur se fortaleció el Estado checo, que formaba parte del imperio romano de la nación alemana. Los checos, poco a poco, se apropiaron de Silesia, fuertemente influida por Alemania. De allí partían sus ambiciones de apoderarse de otras tierras polacas. Después de que había fallado el intento de unificación por parte de Wielkopolska en 1296, dos reyes checos llevaron la corona polaca: Wenceslao II y III. La muerte de este último en 1306 abrió el camino al príncipe Ladislao, pero durante el siglo XIV la dinastía checa de los Luxemburgo reclamaba constantemente la corona polaca e impedía el progreso de Polonia en el sur y el occidente.
La época de regionalización también provocó pérdidas territoriales en el noroccidente. Brandenburgo hizo un profundo corte entre Wielkopolska y Pomerania. Los príncipes de Pomerania respetaban la superioridad del emperador, y los vínculos con Polonia desaparecían. A principios del siglo XIV Polonia unificada perdió la desembocadura del Vístula al mar y quedó separada del Báltico.
Esto estuvo relacionado con el desarrollo en el norte del Estado creado por la Orden de los Caballeros Teutónicos. A los caballeros de la Orden de Santa María de la Casa Alemana (Caballeros Teutónicos) los instaló en 1226 el príncipe de Mazovia, Conrado. Les asignó como vasallaje las tierras de Chelm, pensando que le ayudarían a luchar contra las invasiones de las tribus paganas de prusos y lituanos. La Orden de los Caballeros Teutónicos se apropió las tierras de los prusos confundiendo la cristianización con el exterminio. Desarrolló una intensa colonización en las tierras subyugadas y en poco tiempo creó un Estado con la mejor organización de Europa. La orden contaba con el apoyo de los papas y los emperadores alemanes. Mientras los polacos intentaban restaurar su reino, la Orden Teutónica se apoderaba de Pomerania con Gdansk (1308), y de una parte de las tierras arrancadas a Kujawy y Mazovia. Supuestamente junto con otra orden, la de los Fratres Militiae Christi, instalada en Livonia, iban a llevar a cabo la cruzada para cristianizar Lituania. En reali sus esfuerzos iban dirigidos contra la recién restaurada Polonia.
A mediados del siglo XIV, contra las claras tendencias unificadoras y a pesar del evidente desarrollo económico de las tierras polacas, colaboraban unidas tres fuerzas. El rey Ladislao, que batallaba eficientemente ante sus contrarios, logró incluso el veredicto positivo de los jueces delegados por el papa contra la orden del norte, el oeste y el sur. Sin embargo su Estado parecía eficazmente limitado en sus perspectivas de crecimiento.
En estas circunstancias, la única expansión posible se presentaba hacia las tierras rutenas en el sudeste. Las invasiones de los mongoles a principios del siglo XIII arruinaron los principados rutenos, y en la segunda mitad de ese siglo también se resintieron fuertemente en las tierras polacas. Sin embargo la supremacía de los mongoles no se estableció en los territorios de la Rutenia roja, donde gobernaban los principados de Galich y Vladimir. Éstos fueron vistos con interés en el siglo XIV por sus vecinos húngaros, polacos y lituanos. Una de las razones fue la creciente importancia de las rutas comerciales que unían el noroeste de Europa con las colonias italianas de la costa del Mar Negro.
Esta dirección de la expansión fue impuesta a Polonia no solo por las tenazas de los checos y la Orden Teutónica, sino como resultado de la lógica del desarrollo económico. Las tierras rutenas crearon posibilidades para la colonización agrícola, que ya había disminuido en Wielkopolska y Małopolska. El intercambio comercial hizo resaltar la importancia del eje entre Poznań, Cracovia y Galich. En forma muy clara se veía un camino muy conveniente, el de Kilia y Bialogrod en la costa del Mar Negro, pasando por Lvov, Varsovia Torun, hasta Gdansk en la costa del mar Báltico. Esta ruta, que habría de formar el eje de Polonia durante los próximos 300 años, en el momento de la muerte de Lokietek estaba casi totalmente fuera de su reino.
Sin embargo, la restauración del Estado y el planteamiento de sus perspectivas de desarrollo no solamente fueron efecto de oportunidades económicas. Los cambios sucedidos en Polonia no se limitaban sólo a las relaciones económicas y sociales. En los siglos XII y XIII percibimos la solidez del arraigo del cristianismo. Lo demuestra no sólo la extensa red parroquial, sino también las múltiples y ricas fundaciones de iglesias y órdenes. En la época de la parcialización se habían constituido los pareceres sobre lo que es la identidad de los polacos y lo que es Polonia. Se multiplicaron no sólo las obras de arquitectura y arte sacros, sino también la literatura. Las primeras crónicas muestran que entre las élites se había conformado el concepto de Polonia como parte integral de la Europa cristiana. En el siglo XII el escritor latino Gallo, apodado Anónimo, llamaba regnum al país de Boleslao y consideraba que la defensa de la libertad es la principal obligación del que gobierna. En el siglo XIII el maestro Vicente, apodado Kadlubek, habla sobre Polonia como res publica, y por tanto subraya la unidad de conciencia de las élites. Una historia contada y escrita integra a Polonia en la historia general.
*En polaco esta palabra significa un codo [N. del T.]
Fuente: “Historia de Polonia”, de Jan Kieniewicz
Biblioteka Polska Im. Ignacego Domeyki
Transcripción: Honorio Szelagowski
Director de Prensa CiPol