29/02/2020

LA TRAGEDIA DE MARIA BARKŁOWSKA

Literatura

Lo que sigue es la historia de mi antepasada María, Mania para los conocidos, nacida en el siglo XIX.

Fue hija de Maria Ratyńska y de Francisco Kiniewicz de Dubienka, en Polesia. Esta es una extensa región, muy llana, con muchos humedales que abarca parte de los actuales países de Polonia, Bielorrusia y Ucrania.
Se casó con ​​Juan Barkłowski, quien, como veterinario obtuvo un muy buen trabajo en el Don, dentro del gobierno zarista de Rusia. Las condiciones eran perfectas. Se podía montar caballos, había aves de corral, pollos y pavos alimentados en la estepa. Se vivió allí muy bien. Tuvieron dos hijas y un hijo.

Durante la guerra, la abuela Marynia Kiniewiczowa, madre de Mania, viajó a la casa de su hija y allí se encontró con la Revolución Rusa. El populacho tomó venganza de toda la llamada inteligencia burguesa, pero se las arreglaron para escapar de la masacre.

Tras el final de la primera guerra mundial, alrededor de los años 1921-1922, los bolcheviques dieron permiso a los polacos para regresar al país. Los Barkłowski iniciaron un viaje a Polesia, a la posesión familiar llamada Dubienka. Para el viaje estos emigrantes se reunieron en el tren llamado
“Eszalon” y partieron del Don en un invierno muy severo. Los Barkłowski ocupaban toda una división del vagón. El tren se arrastraba lentamente, en función del carbón que se conseguía para la locomotora. A veces, se detenía unos días en una estación o a veces en el campo. Hacía mucho frío y comenzaron a escasear las reservas de alimentos. Se desató una epidemia de tifoidea; la gente comenzó a morir. A los fallecidos los sacaban del tren y los enterraban en el lugar más próximo a las vías.

La abuela Marynia sufría de asma. No había médico ni medicinas. Ella murió, se la llevaron. Es decir, sacaron su cuerpo del tren y lo enterraron. Pronto se enfermó de tifus Juan Barkłowski, tenía una fuerte fiebre. El tren estaba parado en un campo, estaba cubierto por dos metros de nieve. En algún momento Barkłowski saltó de la cama y salió del coche. En ese instante, el tren comenzó a moverse; no se lo vio más. En poco tiempo se enfermó la mayor de trece años, murió y se la llevaron. Después la hija de once años de edad también se murió. Por último, un niño de cinco años de edad. Manía en estado de desesperación, no quería entregar el cuerpo y lo escondió un par de días. Finalmente, cuando el tren se detuvo en una estación, se bajó con el cuerpo del niño. Le ayudaba a ella un joven muchacho con estudios con el que compartían el viaje. El tren se fue. María
enterró a su hijo y ella misma se enfermó de tifus. Una gente buena la llevó a unas cabañas. El muchacho se hizo cargo de ella y la cuidó. Así se recuperó. Ambos vivieron en el mismo lugar dos años, trabajando para la gente del campo.
Después de este tiempo, ella se decidió para ver a su hermano César en Dubienka, Polesia. El hermano de María, Mariano, murió mientras tanto en Moscú, por lo que Dubienka pasó a pertenecerle. La propiedad fue dividida entre los hermanos. A Mania le correspondió una parte del campo. El joven
que acompañaba a María se quedó en la granja. Se construyó una vivienda y debían construirse dependencias, pero alguien prendió fuego a la casa que se quemó totalmente. Ella ya no pensaba en la gestión de su pedazo de tierra. Se ubicó con su hermano César en Dubienka. Al joven lo liberó y el
mismo se fue a Vilno. María de a poco volvía en si. Ella amaba a su familia y a sus hermanos y hermanas. El 15 de agosto, en el día de su santo, organizó una merienda con una magnífica crema con fresas invitando a todo el vecindario. Ella era alegre. Sobrevivió hasta la Segunda Guerra Mundial. Cerca de Dubienka vivía el hijo de su hermana, Tolo Paszkiewicz, con su esposa Aja, su hija Itula y un hijo de 2 años de edad.

Cuando los rusos cruzaron la frontera con Polonia el 17 de septiembre 1939, estaban cerca de su propiedad. Era peligroso quedarse. Tolo tomó la familia y a María y en el carro se fueron a Stolin a unos 20 km de distancia.
Los caballos tenían que volver a la propiedad. Mania decidió volver en el carro a Dubienka. Todos la detenían. Al poner un pie en el estribo los caballos de tiro enloquecieron y se levantaron. María insistió en irse. Los caballos se tranquilizaron y otra vez los hicieron arrimar. La segunda vez que María puso los pies sobre el estribo para tomar el coche, los caballos sufrieron de nuevo. Todo el mundo detuvo a María, diciendo que era un mal presagio. María insistió, sin embargo, y de alguna manera después de calmar a los caballos abordó el coche y se dirigió a Dubienka.
Un par de días más tarde, cuando María salió de la casa y se paró en las escaleras y por el patio pasó el hijo adoptivo de su hermano César, de 15 años de edad llamado Czes, apareció una pandilla y disparó a María y a Czes. En este momento, en la puerta apareció un maestro de un pueblo vecino, tratando de convencerla para buscar refugio en Stolin, y también le dispararon. Los tres cadáveres fueron arrastrados a una zanja cercana con agua y dijeron que nadie tenía el derecho de enterrarlos, porque venían y disparaban. A continuación, cercaron la zona. Los cuerpos yacieron en el agua más de dos semanas. Todo el mundo tenía miedo, incluso Paulina, la madre biológica de Czes.

Finalmente, Wanda Haszlakiewicz, cuando se enteró, envió a un campesino y un ataúd simple para su tía. Inclusive Paulina también recibió un ataúd y sacó a Czes y lo llevaron a Stolin. El entierro se realizó temprano para no molestar a las autoridades soviéticas. Era el fin de septiembre de 1939.

Alejandro Galinski

Secretario del Círculo Cultural Polonés “San Juan Pablo II”