10/01/2023

“Corona Regni”

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La coronación de Ladislao no significaba automáticamente la reunión de las tierras polacas ni la desaparición del peligro de ruptura. El rey tuvo que luchar con las fuerzas internas que apoyaban a los pretendientes extranjeros al trono de Cracovia. De éstas, la más peligrosa parecía la burguesía alemana. Los nobles y la jerarquía eclesiástica apoyaban a Łokietek, a su vez apoyado por los campesinos, según dice la leyenda, lo que acaso sea cierto, porque los intentos de unión no sólo fortalecían la posición del poder sino que también protegían las libertades personales de los campesinos y les daban mayor seguridad.

Ladislao fue soberano de gran ingenio y hasta el fin de su vida luchó contra las fuerzas que intentaban dividir el reino. Esta tarea fue continuada por su hijo Casimiro, llamado el Grande (1333 – 1370). Por entonces las tierras polacas fueron oprimidas desde el oeste y el norte por los organismos estatales más poderosos. La dinastía de los Luxemburgo que gobernaba en Bohemia sólo renunció a la corona polaca en 1339. Su precio fue el reconocimiento de la anexión de Silesia a Bohemia, pérdida sumamente dolorosa, ya que Silesia estaba muy poblada y bien desarrollada; sin embargo también era la provincia más sometida a la penetración del elemento germánico. Los príncipes de Silesia no se sentían más alemanes que los caballeros y la burguesía, pero se notaba con claridad su pérdida de lazos con Polonia.

La lucha contra el empuje alemán se llevaba a cabo sobre todo en el norte. Polonia perdió la Pomerania oriental de Gdansk, ocupada por la Orden Teutónica, y en la Pomerania occidental se debilitaba su influencia por la fuerte germanización. Las ganancias territoriales de Brandenburgo se limitaban por el momento, pero las pérdidas territoriales por el Occidente fueron irrecuperables. El adversario más fuerte y aliado de los enemigos del Occidente fue la Orden. Lokietek la venció en la batalla de Płowce en 1331, pero en aquel momento Polonia era más débil en términos económicos y militares que la Orden, apoyada por el emperador y por los caballeros de toda Europa. El rey Casimiro optó por firmar un tratado de paz en 1343 en Kalisz, en el que se daban por suspendidos los intentos de recuperar la salida al Báltico. El tratado resultó duradero y le dio a Polonia otro medio siglo para fortalecerse. Esto no significaba que la Polonia del siglo XIV decidiera conformarse para siempre con la pérdida de todo acceso al mar. Casimiro intentó durante toda su vida promover una política de acercamiento a la Pomerania occidental.

El país de Łokietek no tenía más que 100.000 km2, y en el momento de la muerte de su sucesor, 170.000 km2. Las tierras vasallas abarcaban 240.000 km2 y tenían una población de dos millones. Lo más importante es que estas tierras, unidas por los intercambios, estaban pobladas por individuos cada vez más conscientes de la identidad nacional.

La necesidad de entablar luchas constantes con enemigos muy poderosos no permitía recuperar las fronteras del primer reino. La única dirección para la expansión era hacia el sureste, disputándola a los húngaros. Los principados rutenos de Galich y Vladimir dependían de la Gran Horda (los tártaros), pero contando con la vecindad polaca tenían bastantes libertades y respetaban las tradiciones. En 1340 Casimiro anexionó a Polonia Przemysł, Lvov y Galicz. Por fin, toda la llamada Rutenia roja quedó unida a Polonia en 1387. En esta época Moldavia fue también avasallada por los polacos. Polonia aprovechó los progresos territoriales de Lituania, que en el siglo XIV alejó hacia el oriente las propiedades de los tártaros. Los húngaros veían con disgusto estos avances de los polacos, sin embargo, inesperados cambios dinásticos finalmente confirmaron el poder de Polonia en Rutenia. El rey Casimiro fortaleció el Estado en el interior, y por haber fundado muchos castillos mereció el sobrenombre de el Grande. Desgraciadamente murió sin dejar heredero. Con base en arreglos anteriores subió al trono el rey húngaro Luis de Anjou. No fue ésta una situación conveniente, porque Polonia y Hungría tenían intereses en conflicto en Rutenia. Por otra parte, el tamaño y la fuerza del reino húngaro eran temibles para la recién unida Polonia. Además la dinastía de Anjou (Andegavenos) consideraba la monarquía patrimonio propio, al igual que los Habsburgo y los Luxemburgo. En Polonia, por el contrario, se apartaba evidentemente al Estado de la monarquía. Pero la posibilidad de decidir sobre la herencia del trono dio más poder a los grandes señores polacos.

El cambio dinástico fue más que una muestra del poder de los caballeros. Las decisiones que entonces se tomaron por causas políticas influyeron en el destino de Polonia durante los 200 años siguientes. La desaparición de las dinastías de los Piast y los Andegavenos creó la oportunidad de ampliar el poder de los monarcas vecinos: austriacos y checos. El rey Luis tuvo dos hijas: María y Eduvigis. María iba a casarse con Segismundo de Luxemburgo, quien recibió el trono húngaro en 1384, y por tanto los señores polacos declararon reina a Eduvigis en ese mismo año. No admitieron que se casara con Guillermo de Habsburgo. Su esposo y rey fue en 1386 el príncipe lituano Jogaila, quien se bautizó con el nombre de Ladislao. Polonia y Lituania, enlazadas por esa unión personal (Krewo, 1385), crearon una nueva situación geopolítica en Europa oriental. El rey Ladislao empezó la dinastía polaca de los Jagellones, que reinó hasta 1572.

El Estado de los dos últimos Piast era una monarquía estamental donde los poderes se dividían entre los estamentos y el Estado. La unidad y la soberanía estatal se resumían en el término Corona Regni Poloniae. A esta unidad la defendían los caballeros, pero por otro lado se preocupaban más que nada por sus intereses particulares. El Estado fue separado de la persona del monarca, y sus privilegios legislativos, jurídicos y administrativos fueron limitados por los privilegios estamentales. El rey era el juez supremo, pero también se amplió el sistema de juzgados territoriales y eclesiásticos. El rey tenía la obligación de conceder los cargos territoriales a la gente del país, y hubo de comprometerse a no cobrar impuestos que excediesen las cuotas aceptadas por la costumbre. En 1374, en Koszyce, el rey Luis privilegió a los nobles fijando el impuesto a la tierra en dos grosh – denario grueso de Cracovia, moneda de plata de 3.1 granos – por cada campo tradicionalmente trabajado por un campesino. También limitó la obligación del servicio militar fuera de las fronteras del país. Esto produjo la disminución del ingreso del Estado en seis veces. Para emitir nuevos estatutos o edictos, el soberano tenía que pedir la opinión del Consejo Real. Los monarcas mantenían la independencia en este campo en relación con las ciudades y la población judía.

Los caballeros del medievo se transformaban en la clase noble, conforme su posición social iba dependiendo del linaje de la familia y la posesión de tierras y no de méritos marciales. Esta transición surgió en los siglos XIV y XV, cuando los nobles recibieron una serie de privilegios que confirmó su posición dominante en el país. La asignación de privilegios para los caballeros y otros estratos sociales fue algo común en la época de la parcialización. Conforme progresaba el proceso de unificación también aumentaban los privilegios para asegurar la lealtad de los estamentos al monarca. Esto fue todavía más evidente después de la muerte del rey Casimiro, cuando el trono polaco empezó a tener carácter electoral. El rey Luis el Húngaro repartió privilegios para asegurar la sucesión de sus hijas. El rey Ladislao Jagellón tuvo que seguir repartiéndolos para que los nobles confirmaran los derechos al trono de sus hijos. Uno de estos derechos fue el principio de ser personalmente intocable junto con sus bienes, sin sentencia de juzgado (neminem captivabimus nisi iure victum, 1433). El conjunto definitivo de los privilegios de la nobleza se encuentra en los Estatutos dictados en Nieszawa en 1454. Los caballeros reunidos para la guerra contra la Orden no solamente exigieron la confirmación de todos los privilegios anteriores sino también limitar de nuevo el derecho del rey a crear impuestos, llamar a participar en la guerra y nombrar funcionarios.

La formación de estamentos sociales, grupos con iguales privilegios adquiridos por el nacimiento, llevó a la creación de un sentido de comunidad. Las reglas de autogobierno, la conciencia de solidaridad y de pertenencia formaron las bases de la sociedad ciudadana, cuyo fundamento era la nobleza, ya entonces bastante numerosa. Sin embargo el principio de libertad no fue restringido, el paso de estrato burgués o campesino al noble no fue esporádico.

Esta dominación de la nobleza no significa de ningún modo que las ciudades fueran débiles o discriminadas. La intensidad de la red urbana en la Polonia del siglo XIV era menor que en Bohemia, pero también la densidad de la población de los checos era semejante a la de Flandes o del norte de Italia. A finales del siglo XIV las ciudades polacas más grandes tenían una población de 10000 habitantes: mucho menos que las metrópolis de Occidente. Importa considerar, en cambio, la dinámica del crecimiento en número de las poblaciones urbanas, ya con carácter de centros regionales, muy distinto del ambiente rural circundante. Fueron éstos los que definieron la fuerza de la estructura económica de Polonia en aquella época.

Los cambios ocurridos en Polonia en el siglo XIV se pueden considerar, sin exageración, revolucionarios. El país asimiló la muy diversificada colonización, adoptó con ella nuevas formas de gobierno y nuevas soluciones legales. Se puede ver esto como un “empuje” recibido del Occidente que dio a una cultura genuina. También es importante observar que las soluciones de carácter tecnológico o institucional llegadas de Occidente encontraron aplicaciones creativas y eficientes. Polonia aprovechó la ventaja de no haber sufrido la peste negra que arrasó a Europa en la mitad del siglo XIV. Disminuyó la diferencia demográfica y crecieron las capacidades productivas. Las barreras políticas creadas en el noreste por la Orden Teutónica, Lituania y la todavía muy peligrosa potencia mongólica concentraban la población en torno a los caminos comerciales que unían el Báltico con el Mar Negro. Polonia estaba colonizando con intensidad las fértiles tierras Rutenas, sin descuidar la importancia de abrirse una salida al Mar del Norte. Las riquezas y las posibilidades acumuladas en el siglo XIV le permitieron sobrellevar los malos tiempos del fin del siglo y abrirse posibilidades para el siglo siguiente.

Es difícil determinar el alcance de la colonización que llegaba del Occidente. Junto con emigrantes de diversos países alemanes y checos, también se podía encontrar gente de las costas del ar del Norte y del alto Rin. El siglo XIV es también la época de la llegada de innumerables judíos. Ya desde antes, en la época de las tensiones creadas por las Cruzadas, llegaron a Polonia grupos de refugiado de la Europa centroriental. Los judíos recibieron la protección de los monarcas, la garantía de su libertad personal y libertad de religión (privilegio de 1264). La peste negra desató otra oleada de persecuciones que produjo una fuerte concentración de la población judía en el renaciente reino polaco. No existía allí la obligación de vivir en guetos, ni otras formas de represión. Estableciéndose en las ciudades donde se dedicaban, entre otras cosas, a la circulación de dinero, los judíos pronto entraron en conflicto de intereses especialmente con los burgueses de origen alemán. La protección otorgada por el rey, la ausencia de conflictos económicos manifiestos y las posibilidades de colonización hicieron que en Polonia se creara la aglomeración de judíos más grande de Europa. Esto abrió un importante y a veces no considerado proceso de simbiosis que duró hasta el siglo xx.

A finales del siglo XIV Corona Regni Poloniae expresaba una evidente conciencia de sus derechos históricos. No fue solo una unión por medio de lazos étnicos, sino de que se entendiesen los intereses del Estado como una cosa común (res publica) entre el estamento de la nobleza. Por ello el dominio polaco en Rutenia ayudó a la colonización, independientemente del origen de los colonos y sin contradecir la confesión ortodoxa. La colonización húngara fue más persecutiva, y tuvo por objeto dominar todo el sur, desde el Adriático hasta el Mar Negro. Por aquel entonces Polonia pertenecía al ámbito de los países centroeuropeos cuya importancia se vinculó al desarrollo de la minería. Aparte de explotar los minerales de plomo y plata, Polonia fue célebre por su mina de sal en Wieliczka. También entraba definitivamente en la zona del Mar Báltico donde desempeñó el papel decisivo el intercambio organizado por las ciudades pertenecientes a la Hansa. Esta doble participación fue el fundamento del futuro avance del Estado.

Fuente: “Historia de Polonia”, de Jan Kieniewicz

Biblioteka Im. Ignacego Domeyki

Transcripción: Honorio Szelagowski

Director de Prensa CiPol