11/04/2020

Batalla de Kahlenberg

Acontecimientos Históricos

12 DE SEPTIEMBRE DE 1683

En 1683, el Imperio Otomano (en aquel entonces quizás uno de los más poderosos del mundo), amenazaba con invadir a la Viena imperial. Tanto el emperador Leopoldo I como el rey polaco Juan III Sobieski, estaban informados de los preparativos otomanos para la guerra. El 1 de abril de 1683 firmaron una alianza en la que se comprometían a prestarse ayuda mutua en caso de agresión por parte de los otomanos. Sobieski cumplió con su compromiso. Se calcula que más de un millón de soldados y personal subalterno conformaban las filas del grupo rival, por lo que se trataba realmente de una tropa imponente.

Los húsares alados polacos eran un cuerpo de caballería pesada armada con largas lanzas. Se autodenominaban caballeros, lo que refleja bien su carácter. Puede considerárselos como los últimos caballeros europeos, no solo por el equipamiento que utilizaban (armaduras y lanzas largas), sino también por su apego a la tradición y su estructura organizativa, origen y formación. En la batalla de Viena participaron 24 compañías de húsares alados polacos. A la cabeza de todas las tropas aliadas, jugaron un papel primordial en la última y decisiva fase de la batalla que terminó con la fuga del enemigo. 

El hetman Żółkiewski con sus húsares alados (1936), óleo de Wojciech Kossak (1857-1942), Muzeum Narodowe, Varsovia.

Los caballeros, sin escatimar en los enormes costes que tuvieron que asumir, acudieron al auxilio de la capital imperial en un número que no se veía desde hacía mucho. Además, tanto en el camino como en el campo de batalla, los húsares mostraron una disciplina ejemplar. Antes de enfrentarse con el enemigo tuvieron que superar los complicados terrenos montañosos de los bosques de Viena. Durante la lucha demostraron su valor y lograron el reconocimiento del rey y de la coalición. Se convirtieron en un símbolo de aquella batalla, que el cronista otomano Silahdar Findiklili Mehmed Ağa describió con estas palabras: “el descalabro y la pérdida […] han sido tan enormes, tal ha sido la derrota, que desde la creación del Estado [otomano] nunca la hubo así”.