24/05/2024

Historia del Oso Wojtek

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De todas las historias que escuché durante mi niñez de la boca de mi abuelo Nicolás Bychowiec (Capitán del Segundo Cuerpo de Ejército Polaco), una de las que más me impresionó fue la del Oso Wojtek.

Durante su paso por Oriente Medio, los soldados polacos del Segundo Cuerpo del General Anders tuvieron una sorpresa inolvidable. Durante su travesía, se toparon en el camino con un niño al que le ofrecieron alimentos.  De pronto, les llamó la atención una bolsa que llevaba, entonces este les mostró que, dentro de esta, había un oso recién nacido. Él les contó que unos cazadores habían matado a su madre y el osezno se encontraba en muy malas condiciones de salud.

Enseguida ofrecieron comprárselo. El chico se entusiasmó con una gran cantidad de latas de conserva, chocolates y sobre todo, un cortaplumas que a la vez servía como bolígrafo. De esta manera, sellaron el trato.

Para alimentar al oso, los soldados improvisaron un biberón con una botella de vodka vacía y un trozo de tela que cumplía la función de tetina. El cachorro devoró la leche en polvo que contenía la botella. Luego se acomodó junto a un soldado y se quedó dormido. Curiosamente, después de ese día, siempre buscaría al mismo soldado para dormir la siesta a su lado. Uno de los soldados lo bautizó con el nombre de Wojtek.

El oso Wojtek con parte del ejército polaco

Con el tiempo alcanzó más 2 metros de altura y superó los 200kg de peso. Desarrolló un gusto particular por la cerveza, y gozaba como cualquiera de tomarse una botellita con sus camaradas. También le gustaba el tabaco: de vez en cuando le ofrecían cigarrillos y Wojtek, encantado, los fumaba y luego devoraba de una forma muy curiosa, pues debían dárselos encendidos en tres trozos, le daba una pitada a cada uno y luego los tragaba. Los soldados que convivían con él lo adoraban: era como un perro, nadie le tenía miedo.

Poco a poco fue dejando de ser una mascota para ser un camarada más.  Aprendió a vaciar bolsillos, luchaba con los soldados (dejándose vencer en ocasiones), se avergonzaba y tapaba su cara si era castigado, dormía en una tienda, marchaba sobre dos patas con los hombres cuando éstos desfilaban, y cuando tenía que viajar se sentaba en el asiento del copiloto de un jeep o camión, como lo haría cualquier humano, causando una imborrable impresión en todo aquel que lo veía. Era muy aficionado al agua: descubrió cómo accionar las duchas y era común verle chapoteando en esas instalaciones del campamento.

A comienzos de 1944, las tropas polacas fueron destinadas a Italia, en donde los Aliados estaban tratando de romper el frente en la región que rodeaba la abadía de Monte Cassino.

Los polacos llegaron al puerto de Alejandría, en donde debían embarcarse rumbo a Italia. Pero allí les aguardaba una desagradable sorpresa; los británicos no permitían que viajara ningún animal a bordo de sus buques, por lo que Wojtek debía quedarse en Egipto. Los soldados polacos no estaban dispuestos a dejar atrás a su amigo, por lo que decidieron alistarlo en el Segundo Cuerpo del Ejército Polaco, proporcionándole toda la documentación pertinente, incluido el carnet militar con foto incluida, Wojtek obtuvo el grado de soldado raso.

El oficial inglés encargado de permitir el embarque examinó con detenimiento las credenciales de Wojtek y haciendo gala de la flema británica, se puso en posición de firme, hizo el clásico saludo uno, e invitó al oso a subir al buque dándole una palmada en el hombro.

Los polacos entrarían en combate en Monte Cassino en el mes de abril, uniéndose a soldados de Australia, Brasil, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, India, etc. Allí, las posiciones avanzadas en los abruptos peñascos de la zona debían ser abastecidas de alimentos y munición a través de estrechos y peligrosos caminos, por lo que el acarreo del material debía hacerse con mulas. Mientras los polacos estaban bajando cajas de un camión, para cargarlas luego sobre las mulas, Wojtek se acercó al vehículo y se puso en pie sobre las dos patas traseras, mientras que con las delanteras intentaba acercarse a las cajas de material. Sus compañeros, maravillados por la escena, interpretaron que Wojtek trataba de ayudarles. Entonces ataron una caja al lomo del animal y éste comenzó a avanzar con seguridad.

Los polacos confiarían en Wojtek para que cargara con las cajas más pesadas, y el oso nunca los defraudó.

Sin dar muestras de cansancio y sin asustarse en ningún momento por el ruido de las explosiones, el animal colaboró con su fuerza al heroico papel de los polacos en Monte Cassino, que culminaría en mayo con la toma de la abadía y la colocación de la bandera polaca en las ruinas de la misma.

Una vez finalizada la guerra, los soldados polacos fueron trasladados a Gran Bretaña y como no podía ser de otro modo, Wojtek fue con ellos. Llegaron a Glasgow, en donde fueron recibidos triunfalmente por la población. Pero la gran atracción era sin duda Wojtek, que desfilaba orgulloso al frente de sus compañeros por las calles de la ciudad escocesa. Ese fue el gran momento de gloria del que era ya popularmente conocido como el Oso Soldado.

Ilustración del Oso Wojtek

Pero a partir de aquí la historia de Wojtek se torna agridulce. El Ejército polaco fue desmovilizado en 1947 y cada hombre se vio forzado a buscar su propio camino. Muy pocos volvieron a Polonia, por convertirse su patria en un país satélite de la Unión Soviética, la mayoría emigró a Argentina (el caso de mis abuelos), Australia, Estados Unidos o se quedó en Gran Bretaña.

Ante la inminente despedida, los que habían sido sus compañeros deseaban poner a Wojtek en libertad en algún bosque, pero las leyes británicas lo impedían, por lo que se tomó la decisión de enviarlo al Zoológico de Edimburgo, en donde sería recibido como una celebridad. Los artistas acudían allí para reproducir su imagen en cuadros o esculturas. Sus antiguos compañeros, ahora civiles, le visitaban a menudo; una vez allí, le llamaban por su nombre y el oso, reconociéndoles, les saludaba levantando una pata. Algunos saltaban la valla y pasaban unos minutos jugando con él, ante la mirada horrorizada de los vigiladores, que veían en Wojtek a un animal salvaje.

Los años fueron pasando y las visitas de sus antiguos amigos se fueron espaciando cada vez más. Wojtek no se adaptó a la vida en cautiverio y pasaba más tiempo en su guarida, alejado de las miradas de los visitantes, que en el exterior de su recinto. Aunque era el animal más admirado por los niños, el Oso Soldado no se acostumbraba a su nuevo y monótono tipo de vida. Es de suponer que añoraba los momentos pasados junto a sus compañeros del Ejército Polaco, en los que, sin duda, su vida era mucho más intensa.

Durante los últimos años de su existencia prácticamente ya no respondía a los estímulos exteriores. Permanecía acostado, impávido ante los gritos del público que requería su atención, lo que sus cuidadores achacaban a su edad, aunque seguramente era debido a la melancolía. Sin embargo, si algún visitante lo saludaba en polaco, de inmediato Wojtek levantaba su cabeza; sin duda, recordaba perfectamente los tiempos en los que disfrutó de la compañía de sus amigos del Ejército Polaco.

Wojtek falleció el 15 de noviembre de 1963 a los 22 años. Las autoridades del zoológico erigieron una placa en su memoria, en una ceremonia a la que asistió una nutrida representación de los soldados que habían compartido con él los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy en día pueden contemplarse varias estatuas de Wojtek el Museo Sikorski de Londres o en el Canadian War Museum de Ottawa.

Andrés Chowanczak

Vicepresidente de la Unión de los Polacos en la República Argentina