Polonia y la Primera Guerra Mundial
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‘Nadie podrá sugerir que la iniciación de la guerra ha tenido que ver algo con la cuestión polaca, con su liberación e independencia política arrebatada por los usurpadores ha 150 años, y que jamás quisieron reconsiderar, considerándose los verdaderos y únicos dueños de las tierras anexadas, si bien el pueblo polaco nunca cesó en su lucha por recobrar la libertad.
Y si bien la cuestión polaca no ha servido, de ninguna manera, de motivo para la iniciación de las hostilidades, tampoco en el primer momento quedaba aclarada la postura de los ocupantes, que debido a las circunstancias se colocaron en bandos opuestos, como tampoco ninguno de ellos ha pensado resolver esta situación de acuerdo a las justas demandas del pueblo de Polonia que siempre exigía la independencia completa.
Es verdad que los dos beligerantes, desde el comienzo de las hostilidades, trataron de atraerse a los polacos, pero jamás lo han hecho en forma clara y decidida.
El primero en hacer la declaración sobre el tema, lo ha sido el comandante en jefe del ejército ruso, el gran duque Nicolás Nicolajevich, quien en su proclama del 14 de agosto de 1914 prometía sólo autonomía a los territorios polacos reconquistados por los ejércitos y la unión bajo el cetro del zar, sin mencionar qué suerte correrían los territorios que desde los repartos eran ocupados por Rusia.
Alemania, que era tan enemiga como Rusia de la independencia de Polonia, proclamaba, en un acto dado el 5 de noviembre de 1916, que el Estado polaco compuesto por los territorios que ocupaba Rusia obtendría una independencia aparente, unida íntimamente a Alemania y Austria, pero sin mencionar qué suerte correría la llamada Galitzia y aun se proyectaba una revisión de zonas y mutilaciones a favor del Reich.
Lo único cierto fue que, sin ser arte ni parte en el conflicto, las tierras polacas sufrieron la devastación, y su población gimió bajo los rigores de los dos enemigos en lucha, teniendo los polacos que luchar en los dos bandos, hermano contra hermano.
Ya mucho antes de 1914 el pueblo polaco durante las tres últimas ocupaciones previó la tragedia que se avecinaba. Las palabras proféticas de nuestro vate nacional Adán Mickiewicz puestas en boca del Peregrino polaco, quien pedía a Dios una guerra contra todos los opresores, tomaban cada vez más cuerpo. Las organizaciones de los llamados Sokol, de tiradores, se multiplicaban especialmente en la provincia ocupada por Austria. Se puede decir que los festejos del cuarto centenario de la batalla de Grunwald, la inauguración del monumento ofertado por el eminente artista Ignacio Paderewski a la ciudad de Cracovia en honor del rey Ladislao Jagiełło, festejos que han reunido a los polacos de todo el mundo, ha sido hasta cierto punto desfile de las fuerzas, y el canto entonado y compuesto por nuestra gran poetisa María Konopnicka: “No abandonaremos la tierra donde hemos nacido, así que nos ayude Dios”, han sido las palabras de evangelio para todos los polacos.
Claro es que debido a la diversidad de opiniones, consecuencia directa muchas veces del ambiente, los voluntarios polacos han aparecido por los dos lados. Si bien la general simpatía de Polonia lo era por las potencias occidentales, Francia e Inglaterra, las únicas formaciones que se distinguieron por su actuación efectiva eran las llamadas “Legiones” organizadas en Galitzia y que saliendo de Cracovia el día 6 de agosto de 1914 bajo el mando del comandante José Piłsudzki, comenzaron la lucha contra Rusia, siguiendo las viejas tradiciones de las insurrecciones, y del hecho de que ésta retenía más territorio polaco en su poder y siendo su actuación siempre cruel.
Y si bien la actuación de los legionarios arrojó a los rusos de la mayoría de los territorios polacos por ellos ocupados, no se puede decir que simpatizaban con la política austríaca y menos aún alemana que arrastraba a Austria en su ambición guerrera.
La declaración de noviembre, aunque no desprovista de significación con respecto al desarrollo internacional de la cuestión polaca, si bien permitía formar gradualmente una organización del Estado polaco mientras estaba ocupado por las potencias, no satisfacía las aspiraciones y no dio los resultados esperados por los alemanes en el campo militar.
Por el contrario, la organización militar iba a desempeñar un papel creciente dirigido contra los usurpadores que envanecidos por sus momentáneos triunfos decidieron incorporar a los legionarios de Piłsudzki a sus cuadros, obligándolos a jurar lealtad a los imperios centrales, negándose todos a hacerlo y siendo su jefe confinado en la fortaleza de Magdeburgo y los legionarios objeto de severas medidas disciplinarias.
Pero por suerte los acontecimientos que comenzaron a desarrollarse en Rusia, donde estalla la revolución, tomaban cada vez más cuerpo y el gobierno liberal que se ha formado reconoce, en un manifiesto dado a luz el 30 de marzo de 1917, el derecho de la nación polaca a formar un estado independiente y soberano, estipulando tan sólo una unión militar libre con Rusia que nunca se ha hecho efectiva. Estos hechos impulsaron a los polacos residentes en occidente a formar un ejército polaco en Francia, al cual acudieron también muchos polacos residentes en los Estados Unidos, Brasil y la República Argentina, que si bien no ha permitido la conscripción de los voluntarios en su territorio -dada la neutralidad simpatizante con Alemania-, no pudo evitar que varios ciudadanos se trasladasen al Brasil, donde se unieron con los voluntarios, concentrados en Curitiba.
En Francia mientras tanto se formaba el Comité Nacional Polaco con Román Dmowski, Ignacio Paderewski y Mariano Seyda a la cabeza, cuya labor fue facilitada por el famoso anuncio del presidente Wilson en sus “catorce puntos” de los cuales el número trece se refería a la formación de una Polonia libre con acceso al mar. Los aliados reconocieron a Polonia como una nación aliada y combatiente y es así como entre los signatarios del tratado de Versalles se encuentras firmas de los plenipotenciarios polacos Dr. Román Dmowski, Ignacio Paderewski y Dr. Mariano Seyda, este último único sobreviviente y que en estos días vive entre nosotros, habiendo tomado la ciudadanía argentina.
Por el decreto de fecha 4 de junio de 1919, el Superior Gobierno de la Nación, cuya presidencia ejercía el doctor Hipólito Yrigoyen, siendo su ministro de Relaciones Exteriores el doctor Honorio Pueyrredón, reconoce al nuevo Estado de Polonia, acto que con fecha 17 del mismo mes agradece en una conceptuosa nota el por entonces ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, conde Alejandro Skrzyński.
Unos días antes, o sea el 12 del mismo mes, se hace presente en el ministerio del ramo la colectividad polaca para agradecer este gesto amistoso, primero en lo que se refiere a las repúblicas sudamericanas -excepto Brasil- que como combatiente y aliado ha reconocido a Polonia al firmar el tratado de paz.
Como consecuencia directa del reconocimiento del nuevo Estado, Polonia envía en los primeros días del mes de enero de 1920 al señor Casimiro Reychman, en su calidad de vicecónsul. Le sucede después don Ladislao Szulc-Sulk, en carácter de cónsul honorario, y los doctores José Włodek y Romualdo Putryński, en carácter de cónsules, don Bronislao Langer como encargado del departamento consular, Jeremías Stempowski en el de secretario de la Legación, Ladislao Kicki, Carlos Kraczkiewicz y Venceslao Dostal en carácter de cónsules y por último don Román Mazurkiewicz como cónsul general.
La representación diplomática la inicia el doctor Ladislao Mazurkiewicz en 1922 en su carácter de encargado de negocios, si bien con anterioridad había sido designado ministro plenipotenciario don Javier conde Orlowski, quien había presentado sus cartas credenciales ante los gobiernos de Uruguay y Chile. Argentina, empero, no le concedió el “placet”, pretextando ser esposo de una dama argentina, señora del Carril, y por lo tanto con muchos vínculos e intereses materiales en el país, ya que dicha señora era propietaria de grandes estancias. Pero el verdadero causal del rechazo ha sido la vinculación del doctor Pueyrredón a los intereses de la familia Orlowski-del Carril y los antagonismos existentes entre el ministro y el propuesto diplomático.
Al ministro doctor Ladislao Mazurkiewicz, casado con la hija del embajador uruguayo en Río, doña Nieves Ramos Montero, quien desempeñó su cargo durante catorce años y cuya labor ha sido ampliamente reconocida por el periodismo, sociedad y gobierno mismo, para lo cual bastaría leer el suelto aparecido en las columnas del diario La Razón, insertado en otro lugar, le ha sucedido el doctor Zdzisław Kurnikowski, Mieczyslao Chalupczyński en carácter de consejero y por último, don Mirosław Arciszewski en carácter de ministro, hasta el reconocimiento del gobierno de la llamada “República Popular”‘.
Fuente: “Los polacos en la República Argentina y América del Sur. Desde el año 1812”, de
Estanislao P. Pyzik
Transcripción: Honorio Szelagowski
Director de Prensa CiPol