La opresión y la lucha por la independencia
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Después del reparto del estado polaco, las tres potencias ocupantes esperaban que los territorios anexados se asimilarían rápidamente como parte integral de sus respectivos estados. Cada una de ellas introdujo su legislación y su sistema administrativo, alejó a la nobleza y a la aristocracia polacas de la administración de nivel medio y superior, estableció el reclutamiento para su ejército y elevó los impuestos. Prusia y Austria emprendieron también una política de germanización del aparato administrativo y de las escuelas. Los ocupantes reforzaron y centralizaron la administración, pero mantuvieron la posición social y económica privilegiada de la nobleza y garantizaron los fundamentos del régimen feudal. En la parte anexada por Rusia recrudeció la servidumbre, mientras que en las tierras ocupadas por Prusia y Austria la servidumbre de los campesinos se hizo más llevadera gracias a la posibilidad de la intervención de los funcionarios del estado en los litigios entre el campesino y el terrateniente, así como al sistema del arrendamiento de las tierras fiscales.
Los grupos más patrióticos de la sociedad provenientes en su mayoría de la pequeña nobleza y la burguesía, no renunciaron a sus aspiraciones de independencia, confiando sobre todo en la victoria de la Francia revolucionaria sobre los estados ocupantes. Los movimientos más radicales, en cambio, depositaban sus esperanzas en un levantamiento armado nacional acompañado de profundas reformas sociales. Desde 1795 algunos de los dirigentes de la Insurrección de Kościuszko comenzaron a organizar conspiraciones en las anexiones de Austria y Rusia, el jacobino Franciszek Goszkowski inició incluso una campaña antifeudal entre los campesinos de Podlasie. Los conspiradores del país se mantenían en estrecho contacto con los grupos de emigrados en Francia y con Tadeo Kościuszko, quien había sido puesto en libertad por el zar Pablo I y, después de una breve estadía en Estados Unidos, se había radicado en Francia en 1798.
Gracias a las gestiones de los emigrados ante el gobierno francés y a la necesidad de completar las tropas franco-italianas que luchaban contra Austria en el norte de Italia, los patriotas polacos lograron formar allí unidades militares. En base de un acuerdo con el gobierno de la República Lombarda, el general Jan Henryk Dąbrowski organizó allí en 1797 dos legiones auxiliares, garantizando en el mencionado acuerdo el carácter nacional de las mismas y la posibilidad de retornar a Polonia con armas y pertrechos. Las legiones de Dąbrowski tomaron parte junto a los ejércitos franceses en la campaña de Italia y luego ayudaron a establecer la dominación francesa en la península. Otra formación polaca, la Legión del Danubio organizada en 1799 por el general Karol Kniaziewicz, combatió junto a los franceses en Alemania y se distinguió por su magnífica carga en la batalla de Hohenlinden (1800), que decidió la victoria de Francia sobre la segunda coalición. La paz firmada por Francia con todos sus enemigos anuló las esperanzas de los polacos de obtener la independencia nacional con ayuda de este país.
Algunos de los dirigentes más activos se dedicaron ahora de lleno a impulsar la cultura y la economía en el país ocupado. Se desarrolló la enseñanza, se emprendieron investigaciones históricas, lingüísticas y literarias, surgieron museos y, en Varsovia, fue fundada la sociedad de los Amigos de la Ciencia. Seguían aún muy vivas en la cultura polaca las corrientes de la Ilustración, profundamente patrióticas y progresistas, que contribuyeron a un nuevo resurgimiento cultural de Polonia y resultaron decisivas para su futuro. La defensa de la lengua polaca y la unificación de los polacos de las distintas tierras anexadas en una misma herencia cultural constituyeron las bases que les permitieron a los polacos formar una nación moderna pese a la falta de un estado propio. Recordemos las palabras de Stanisław Staszic: “Caer puede de nación más grade, degenerar sólo la infame”.
En los años 1803 – 1805 el aristócrata liberal polaco, Adam Jerzy Czartoryski, amigo del zar Alejandro I y ministro de relaciones exteriores de Rusia, trató de restituir el estado polaco en el marco del imperio ruso. El fracaso de sus planes y las nuevas guerras napoleónicas volvieron a fortalecer la orientación profrancesa.
Gracias a las victorias de Francia sobre Prusia y Rusia en los años 1806 – 1807 y al denodado esfuerzo del pueblo polaco surgió en 1807 el Ducado de Varsovia, que duró hasta 1813. Abarcó la mayor parte de las tierras anexadas antes por Prusia y constituyó una rudimentaria forma estatal de mayor autonomía en todo el período posterior a los repartos. El Ducado de Varsovia estaba estrechamente vinculado a la persona del emperador francés y fue el hecho político de más importancia que puso en tela de juicio los tratados de partición de Polonia en el ámbito internacional. La Constitución del Ducado, promulgada por Napoleón en 1807, introdujo por primera vez en tierras polacas ciertos elementos legales propios del estado burgués. Abolía la desigualdad de clases ante la ley y extendía los derechos políticos a la burguesía y los campesinos, aboliendo la servidumbre personal de los campesinos y su adscripción a la gleba, aunque no tocaba en lo más mínimo el título de propiedad del terrateniente. En el Ducado de Varsovia se promulgó un moderno derecho civil basado en el Código de Napoleón.
En el Ducado de Varsovia depositaron todas sus esperanzas los patriotas polacos de las tres partes anexadas. Muchos de ellos cruzaban sigilosamente la frontera para enrolarse en el ejército polaco o trabajar en la administración, a la espera de la pronta liberación del país. La existencia del Ducado fortaleció en gran parte de la sociedad la convicción de que era posible luchar victoriosamente por la independencia y anular los repartos, al tiempo que aceleró el proceso de formación de una sociedad y un estado modernos, proceso iniciado ya en la segunda mitad del siglo XVIII.
En 1809 en la batalla de Raszyn, el joven ejército del Ducado de Varsovia supo resistir con éxito el embate de una fuerza austríaca dos veces más numerosa que pretendía liquidar el Ducado. El Príncipe Józef Poniatowski, comandante en jefe de las fuerzas polacas, liberó Cracovia, Zamość y otras provincias anexadas por Austria, que fueron luego incluidas en el Ducado en virtud de la paz austro-francesa.
El desastre de Napoleón en la campaña de Rusia de 1812 y su caída definitiva en 1815 prejuzgaron la suerte del Ducado. Según lo acordado en el Congreso de Viena en 1815, una parte del territorio del Ducado de Varsovia fue entregada a Prusia (Toruń, Poznań y Bydgoszcz), mientras que la provincia de Cracovia se convirtió en “ciudad libre” bajo la supervisión de las tres potencias ocupantes, tomando el nombre de República de Cracovia. Los restantes territorios del Ducado de Varsovia mantuvieron su propia entidad estatal, con su dieta, gobierno, ejército, tesoro, legislación y administración, constituyendo el Reino de Polonia. Este fue vinculado al Imperio Ruso por medio de una unión personal, siendo coronado el zar como rey de Polonia, si bien en 1815 obtuvo una constitución de corte liberal.
Fuente: “Panorama histórico de Polonia”,
Biblioteka Im. Ignacego Domeyki
Transcripción: Honorio Szelagowski
Director de Prensa CiPol