La evolución social y económica
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El siglo XIII constituye en Polonia y en otros países de Europa Central y Oriental un período del intenso desarrollo. En este siglo se van cristalizando nuevas formas de organización social. Surgen la comuna rural y la comuna burguesa de las ciudades. A partir de mediados del siglo XII los reyes comenzaron a conceder extensiones tributarias y judiciales que recibían el nombre de inmunidades. Al principio la recibían sólo las instituciones eclesiásticas, pero en el siglo XIII se beneficiaban de ellas también los nobles y los caballeros más ricos. De este modo comenzó a extenderse la potestad judicial del señor sobre los siervos, llamada también jurisdicción patrimonial.
Los duques, obispos y abades se esforzaron por atraer colonos a sus tierras concediéndoles una liberación temporal del tributo, lo que debía ayudarles a fundar sus explotaciones agrarias. Así aparecieron entre los siglos XII y XIII los primeros colonos extranjeros en Silesia y, más tarde, en Polonia Mayor y en las tierras occidentales de Polonia Menor. Había entre ellos representantes de distintas nacionalidades, aunque la decidida mayoría la constituían los alemanes. Los duques polacos, así como los gobernantes de Bohemia y Hungría, les permitían gobernarse según sus propios derechos.
Al poco tiempo, el derecho de estos extranjeros, sobre todo sajones, comenzó a ser aplicado también en el asentamiento de nuevas aldeas con campesinos polacos. De este modo apareció en el país el derecho alemán como derecho señorial de los grandes latifundios, en base al cual se fue formando la comuna de siervos en el campo. Sin embargo, la mayor parte de las aldeas siguió sujeta al derecho polaco, que fue evolucionando paralelamente al derecho alemán, de modo que a fines del siglo XIV la legislación burgal germánica y polaca terminaron asemejándose.
Un rasgo característico de la aldea asentada en base al derecho germánico era la sumisión de los aldeanos a un regidor que era representante del señor y poseía una restringida autoridad judicial. Los aldeanos asentados con arreglo al derecho germánico recibían las tierras en calidad de arriendo perpetuo, mientras que el señor conservaba la potestad. De este modo se fue formando la “propiedad dividida”. Con mayores derechos eran asentados ciertos vasallos del señor que, con el correr del tiempo, se asemejaron a los vasallos del monarca y a los caballeros menores. Así se fue formando toda una escalera feudal que abarcaba a todos los habitantes y los distribuía en distintos peldaños, según su grado de dependencia.
En los siglos XIII y XIV se talaban intensamente las selvas. La tierra era mejor trabajada gracias a la difusión del arado sobre ruedas. Se construían molinos de agua mucho más rendidores que los morteros manuales. Las nuevas aldeas obtenían una distribución regular de las parcelas, que constituían la unidad básica según la cual se determinaba el arriendo pagado por el aldeano al señor. Se fue extendiendo también un sistema más racional de cultivos rotativos. Las nuevas comunas municipales asentadas en el siglo XIII en base al derecho germánico surgieron sobre todo en los antiguos poblados fortificados. En los sitios donde tenían lugar las ferias campesinas comenzaron a desarrollarse pequeñas ciudades. Los privilegios concedidos a las ciudades por los gobernantes condujeron a la aparición de un nuevo estado social: la burguesía. Las ciudades asentadas según el derecho de arriendo poseían un trazado regular de las calles en torno al mercado central. A partir de la segunda mitad del siglo XIII en los mercados comenzaron a levantarse lonjas que daban albergue a los traficantes y a fines de ese siglo en las ciudades mayores surgieron los primeros ayuntamientos. Los burgos, en un principio poco fortificados, recibieron con el tiempo sólidas murallas. La autogestión burgal favorecía el afianzamiento de la burguesía. Se fue formando también una cultura típicamente urbana que en los siglos XIV y XV desempeñaba ya un papel importante. La urbanización avanzaba paralelamente al desarrollo económico y al surgimiento de nuevas artesanías. Desde el siglo XII se fue desarrollando el comercio en gran escala que unía a Polonia con las principales ciudades de la Europa Occidental a través de Silesia y de los puertos de Pomerania, de los cuales el más importante era Gdańsk.
A pesar del desmembramiento en ducados, en el siglo XIII se mantuvo el sentido de unidad cultural y étnica de los polacos. La noción de nacionalidad polaca se puede encontrar en numerosos escritos polacos y extranjeros de ese entonces. La conciencia de esta unidad política y geográfica estaba afirmada por la unidad de la organización eclesiástica. Por otro lado, la creciente afluencia de población germana contribuyó a afirmar la solidaridad entre los estamentos inferiores y también en la casta gobernante. En 1285 el sínodo de Łęczyca dictaminó que las escuelas catedralicias y conventuales podían ser dirigidas únicamente por personas que conocían el polaco y que las clases debían ser dictadas en este idioma. Este documento sirve, de paso, como testimonio del desarrollo de la enseñanza en la segunda mitad del siglo XIII.
El acervo cultural de este período, a pesar de la división y el debilitamiento del estado, es bastante significativo. A fines del siglo XII y en el siglo XIII numerosos polacos acudían a estudiar en las universidades extranjeras. Uno de ellos fue Wincenty Kadłubek, más tarde obispo de Cracovia, autor de una extensa Crónica polaca. El arte florecía en los medios cortesanos, en las catedrales y en los monasterios franciscanos y benedictinos. Del siglo XIII provienen los primeros textos poéticos polacos, en su mayoría religiosos, entre los cuales descuella el himno Bogurodzica (Madre de Dios) que fue durante muchos siglos canto litúrgico e himno de batalla de los caballeros polacos. Aunque es sabido que la música florecía en todos los centros cortesanos y eclesiásticos, las primeras obras musicales de aquella época fueron descubiertas sólo en los últimos años, entre ellas el himno Christus surrexit, compuesto alrededor de 1230.
La épica caballeresca fue traída a Polonia de Occidente. El conocido Romance de Gualterio y Helgunda fue rehecho al gusto local y se le agregaron motivos relacionados con personajes y sitios polacos. En la mayoría de las leyendas caballerescas polacas escritas entonces encontramos a personajes provenientes de siglos anteriores, entre ellos el palatino Piotr Włostowic, héroe de una leyenda sazonada con todos los temas propios del género: valor, lealtad, infidelidad, penitencia y generosidad. Junto con la literatura caballeresca, vino también de los países occidentales la costumbre de organizar torneos.
Fuente: “Panorama histórico de Polonia”,
Biblioteka Polska Im. Ignacego Domeyki
Transcripción: Honorio Szelagowski
Director de Prensa CiPol